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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Animación. Ciencia ficción. Acción Año 2029. En una enorme ciudad asiática, una mujer robot policía -cyborg- investiga las siniestras actividades de un misteriososo hacker, un supercriminal que está invadiendo las autopistas de la información. (FILMAFFINITY)
27 de febrero de 2017
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'Ghost in the Shell' sucede en una metrópoli deslumbrante del futuro próximo.
Todos sus rascacielos son de luz y metal, rozando la cúspide del cielo, mostrando un avance tecnológico más allá de toda imaginación humana.
Y, sin embargo, en ese despliegue, existe la impresión de que estamos en un cementerio, antes que en una ciudad. De que, en las diminutas motas de luz que forman su circulación, hay más circuitos que vida humana.

Algo parecido le sucede a la Mayor Motoko Kusanagi, solo que ella lo acepta.
Como cyborg al servicio de la policía, sus misiones en la sección 9 la enfrentan a los usuales tráficos de influencias dentro de la autopista de la información, pero el error humano es siempre de sus objetivos, nunca suyo. Siendo más máquina que mujer, no podría ser de otra manera.
Y sin embargo, algo falla. Una sensación, una inquietud, algo que falta en sus ilimitados bancos de datos susurrados directamente a su cabeza vía conexión USB. La sobreexposición de la tecnología no puede tapar el vacío de la conciencia.

Mamoru Oshii le concede a Motoko los únicos momentos de elevación casi divina: la creación de su cuerpo cibernético, casi una recreación tecnológica de un útero materno transformado en cadena de montaje, y su zambullida en el infinito azul del océano, donde las ataduras de su naturaleza mecánica desaparecen en la ausencia de todo lo demás.
Son instantes que contrastan con la inmovilidad de su entorno, con el aparente conformismo construido tanto por la indiferencia de sus compañeros como por la dureza de sus prótesis: Batou, su hombre de confianza, piensa antes en los riesgos de una inmersión submarina que en rollos psicológicos, y quizá por eso, pese a su código de honor, ya es más parte de la ciudad infinita que la propia Motoko.
Ella sigue buscando, persiguiendo un fantasma por esa red de conexiones, que podría antojarse una ilusión infinita a poco que uno no sepa manejarla: el vacío urbano se cobra sus víctimas, enganchadas a la comodidad de las existencias digitales que nunca llevaron.

La persecución tras el Titiritero, un terrorista hacker de mentes, sucede entonces como necesaria encarnación de esa búsqueda del "algo más": quién diría que en un trabajo en el que la Mayor tiene a todos sus objetivos marcados e identificados, pueda aparecer uno que es total y completo misterio.
Como tal, al principio, la entidad parece malvada y terrorífica, pero después... es su preciso deseo lo que la hace fascinante. El Titiritero no quiere el mundo, no quiere el dominio de toda mente humana.
Solo quiere existir.
Algo en principio muy difícil de asegurar, cuando los datos fluyen libres por la inmensidad informática, y la carne hace mucho que dejó de ser condición imprescindible de la propia conciencia.

Esta historia es, en esencia, un homenaje a ellos dos, Motoko y el Titiritero: los únicos que siguen mirando sus funciones reemplazadas por tecnología, y se preguntan si han borrado parte de su vida.
Los únicos que se siguen desvelando por una conexión, por mucho que no dejen de estar conectados.
Los únicos despiertos, en el reino de las máquinas durmientes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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