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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Drama Eve, una mujer que ha sido abandonada por su marido, se reúne con sus tres hijas para tratar de afrontar la situación. Ella se encuentra en un momento crítico, pero sus hijas también tienen sus propios problemas, algunos de ellos derivados del poco cariño que han recibido de su madre. Las emociones se desbordan cuando el marido se presenta en la casa familiar acompañado de la mujer con la que quiere casarse. (FILMAFFINITY)
5 de mayo de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Alguna vez alguien no se ha quedado mirando por la ventana, sin ver el paisaje de fuera?
Es curiosa la influencia que muchas veces ejerce sobre nosotros el simple transcurrir de la vida al otro lado del cristal, como una manera sencilla de dejar reposar la vista y centrarse en la mente. Nada puede interrumpirnos siendo espectadores, por una vez, de esa obra que llamamos vida.
Y lo cierto es que, por muchos años que pasen, siempre miraremos por el cristal, quizá recordando esos mismos años, sintiendo su peso sobre los que nos quedan.

'Interiores' se ambienta en lo que se podría llamar un cruce de caminos vital. El de tres hermanas que se buscan a si mismas en el seno familiar, y que por una vez deberán volar sin unos padres que ya no se ven obligados a representar la farsa de un matrimonio sin amor.
Es precisamente por eso por lo que el título no es casualidad, y gana en simbolismo: sí, los lugares comunes son unos interiores en penumbra, desde los que las más de las veces decidimos y dudamos, con el recordatorio constante de que el mundo sigue fuera, inmenso y ajeno a nuestras divagaciones. No hay tiempo para encender todas las luces, en sitios en los que vamos a estar tan poco.
Y seguimos mirando afuera, a un esplendor pasado, con la impresión de que nunca dejaremos de hacerlo sin poder volver a él.

Arthur, padre de las tres hermanas, toma una decisión (justo después de mirar por la ventana), y decide que quiere ser feliz. Ha cumplido su función como padre, criando a mujeres que empiezan a despertar a la realidad, pero él ya no quiere seguir viviendo con Eve, una mujer de carácter maniático y sumiso por la que es imposible no sentir pena.
El hogar familiar se rompe y ya no existe: el ideal que las tres hermanas daban por sentado desaparece, pasando a depender de segundos y terceros, novios o aprobación social que serán los siguientes responsables de su equilibrio emocional. De alguna manera, nunca podemos estar solos, siempre tenemos que estar rodeados de gente, enlazados en las decisiones que toman con nosotros, o a veces a nuestras espaldas.

El dilema de Renata, Joey y Flyn es precisamente ese, el no saber hasta que punto su felicidad depende de que las dos personas que les han criado vuelvan a estar juntos, como si eso significara que el mundo volverá a tener algún tipo de sentido. Justo ese mundo, ese exterior, que a Renata se le aparece inalcanzable visto a través de una ventana.
Porque fuera están las metas futuras, que siempre aparecen cuando se piensa en ellas, pero no es tan fácil dejar atrás las reservas para afrontarlas: cada una de las hermanas permanece prisionera de sus propias frustraciones, porque ahora se antojan carentes de sentido, algo lógico cuando sus modelos de vida han dejado de serlo. Renata es incapaz de escribir como hace diez años, mientras que Joey se conformaría con escribir algo parecido a lo que hizo hace diez años. Flyn, por su parte, permanece sumida en producciones baratas para televisión, quizá cómoda con esa coartada de huida que tiene en cualquier rodaje.
Su madre Eve es probablemente la más incapaz de todas ellas, todavía viviendo ante una posibilidad que ya no existe, recordándonos la cantidad de personas que se niegan a mirar cualquier ventana porque saben que no van a encontrar nada satisfactorio. Como ella misma dice, se mantiene ocupada, mientras fantasea con la posibilidad de volver a desenterrar el hogar familiar, y busca la aprobación que ella misma no se da.

Por ello es irónico que sea el padre quién tenga que enseñarlas cómo ser feliz: simplemente, siéndolo.
Al contrario que ellas, él se desprende de todas las opiniones subjetivas y ajenas, decidiendo empezar una nueva vida con otra persona, dejando de mirar el recuerdo deformante de la ventana. Lo cierto es que se le podría llamar cruel o desconsiderado, pero se nos puede olvidar que muchas veces la primera víctima del amor desinteresado eres tú.
Nada, ni el recuerdo amargo de una madre que no creyó en ti, ni el claro favoritismo entre hermanas que nunca te dirigió nadie, puede ocultar el hecho de que los padres son tan merecedores de lástima como de apoyo. Tan humanos como todos los miembros de una misma familia.

Es revelador ese momento en el que Renata decide quedarse un poco más en la playa.
Un exterior que, por fin, empieza a cobrar sentido cuando sabemos que se ha tomado un camino, aunque no nos guste del todo.

Sin duda, podemos añorar aquella casa de la playa, con el recuerdo de familia que tiene unido.
Aunque eso no era lo importante: le concedemos demasiado valor a los lugares aferrándonos a la imagen de las personas que pasaban por ellos, sin darnos cuenta de que esas personas cambian, igual que lo hacemos nosotros.
Siempre podremos seguir mirando por la ventana, en busca de un pasado que se nos acabó. Pero puede que, algún día, veamos el azul del mar sin buscarnos a nosotros mismos.
Porque ya nos habremos encontrado.
Charles
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