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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Intriga. Drama La percepción de la realidad de una actriz (Laura Dern) se va distorsionando cada vez más. Al mismo tiempo descubre que, quizá, se está enamorando de su partenaire (Justin Theroux) en un remake polaco inconcluso y supuestamente maldito. (FILMAFFINITY)
16 de mayo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encanta.
David Lynch, pasado el temporal, como quien tira el envoltorio de un chicle, dijo que esto era un rejunte de cortos y experimentos que andaba él filmando allá por los dosmiles, le pegó el telefonazo a Laura Dern y seguro que se lo pasaron de miedo rodando "macabronadas" (cosas macabras + cabronadas).
Quiero decir, hay gente que se lo pasa fetén retocando y repitiendo las fotos que va a poner en Instagram, pero el bueno de David disfruta dejando fluir las ideas, sin que le sobren medios para rodar. Una cosa es la misma que la otra, aunque las dos no sean lo mismo, si se entiende.
Pero lo verdaderamente gracioso, casi mortal, es leer por aquí encendidas y furibundas críticas, crónicas de alguien que se lanzó a una aventura para descabezar un dragón, o irritados astronautas que no encontraron la manera de clavar bandera en el planeta Lynch.

Obviando el hecho de que (solo) hablamos de una "antología traviesa" que ni busca coherencia... ¿cuál es el objetivo?
Se antoja estéril, rancio y hasta infantil proclamar a los cuatro vientos que el emperador está desnudo, y que pasando a través de sus elefantinas tres horas se le ha vencido. David Lynch ya estaba desnudo, creo yo, y a todo aquel que ha seguido su obra con atención le da bastante igual, porque el tipo derrocha honestidad en cada cosa que ha parido.
En 'Inland Empire' puedes entrar o no entrar: si entras para explorar el terreno y establecer contacto con tribus nativas serás bienvenido; si entras para hacer sangre se la vas a hacer a una persona muy parecida a ti que puede que (sorpresa) seas tú.

Dicho eso, en verdad no se puede decir nada.
Lynch se ha asegurado de crear una bestia cinematográfica sideral, expansiva a cada escena vertida, agresivamente esquiva cuando se la quiere encajonar.
No "va" de algo: se queda, expectante, a que te acerques, y entonces se aprovecha de que la proverbial cara de Laura Dern es la mejor guía que podrías desear, para infectar esos sentidos tuyos que no se pueden agarrar a ninguna racionalidad.
Los espacios escapan de su literalidad, podrían ser falsos o hacerse pasar por verdad, si bien ni con esas podemos asegurar que el continente esté cerrado.

Es decir, la disfruté con luces apagadas, y estoy convencido de que si llego a mirar detrás de mí habría visto otra pantalla, otro espectador interrogante en la oscuridad, una cadena infinita celebrando nuestra capacidad de canibalizar el entorno para creernos otra realidad.
Y en esas, algo rima, a algo te agarras, como los confusos productores se agarraron a la frase promocional "una mujer en problemas", y sí, puedes certificar que esa mujer, desde luego, está en problemas, porque temes que no vuelva del fondo oscuro del set, o te entristeces al verla recién atrapada en la casa de muñecas pladur donde una colección de sexo casual "clavó" a otras tantas como ella.
Cual mariposas que querían volar en la escena hollywoodiense, y se han quedado haciéndole coros al polvo.

Lo escalofriante de este "imperio del interior" subyace en su capacidad para crear espacios, que funcionen dentro de si mismos pero "no-del-todo", y en última instancia se autodestruyen, dejando un leve poso en la odisea de esa mujer con problemas, como otra muesca más en su desesperación para escapar de la pantalla que la aprisiona.
Si somos capaces de llorar por conejos en seria tertulia (apuesto, no sé por qué, a que son la traslación de Lynch de la moderna sitcom), qué no haríamos por ella.
Laura Dern, su personaje, la actriz que interpreta, la mujer que se cree que es, quién sea, si pudiera salir, nos daría un abrazo. Por las molestias causadas, que no dejan de pertenecer al territorio estandarizado de la sitcom conejil.
Pero nos las hemos creído. Hemos ido con ella hasta la caverna más oscura del pladur, y hemos enfrentado el dragón más terrorífico de todos (anda, al final esto sí podía ir de dragones): la certeza de que jamás, jamás de los jamases, nos esperará nada allá fuera parecido a lo que sentimos en este imperio.

Le doy las gracias a Lynch, no por creerse emperador, si no por abrir una puerta que ni sabía que existía.
Por desprenderse de códigos de narración, y hablar en un lenguaje inventado que cobra sentido cuando se escucha con atención.
No creo en el "poscine" ni nada parecido: creo en el valor de todo esto para despertar emociones que de otra forma ni me habrían tocado.

Y si solo queda despedirse porque la escena ha cambiado demasiado... qué mejor que un totum revolutum de todos los personajes que por la pantalla han pasado.
Charles
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