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España España · Madrid
Voto de Charles:
1
Ciencia ficción. Aventuras. Comedia Buckaroo Banzai, un prestigioso científico, neurocirujano, piloto de carreras, cantante de rock y héroe de cómics, en una de sus investigaciones, abre una puerta a otra dimensión. El problema es que la referida dimensión está siendo empleada como cárcel por una raza alienígena, y la Tierra se ve amenazada de ser invadida o destruida por la policía alienígena. De modo que Buckaroo, con ayuda de su guardaespaldas, sus colegas científicos, ... [+]
6 de diciembre de 2016
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es triste ver que, incluso en 1984, ya existía el precedente de "comedia a priori estúpida que quiere ser seria cuando le conviene pero que en el fondo no hace ni puta gracia".

'Las Aventuras de Buckaroo Banzai a través de la Octava Dimensión' tiene el mismo problema que todas esas películas baratas que mezclan zombies, nazis o vikingos y mucha serie B, repletas de frikadas minoritarias buscando levantar algún tipo de aplauso fan a espectadores con poca exigencia: está tan ocupada recreándose en su "hinjenio" que se olvida de que hay alguien mirando.
Porque se abre con una introducción insoportable, cargada de jerga científica que no nos puede importar menos a los que empezamos a verla con ansias de diversión. También porque mezcla ideas de samuráis, bandas rockeras y alienígenas, pero se olvida de que en algún momento aporten algo a la narración. Pero sobre todo, y muy lastimosamente, porque no tiene ni idea de dónde está la "gracia" de su historia: el breve texto de medio minuto al principio de la película parece tener más emoción en sus líneas que todos los cansinos minutos en los que la banda de Buckaroo se pasea por el metraje, creyendo que molan más que nadie.

No molan absolutamente nada. Y se esfuerzan escupiendo frases que quieren sonar épicas, pero que a la hora de analizarlas parecen el cruce entre la primera tontería que se le ocurrió al guionista e infames testimonios de diarrea mental: "ya estoy dinamizado", exclama Buckaroo, creyéndose el puto amo, sin una triste nota musical que acompañe semejante frase, sin una cámara que la haga resaltar épicamente.
Porque esa es otra, absolutamente todas las escenas están estáticamente planificadas, sin nada que las saque del supino aburrimiento que suponen, compitiendo duramente por ver quién pronuncia la siguiente línea de diálogo con el menor carisma
El """"clímax"""", sí se le puede llamar así, consiste en gente hablando entre salas, comportándose como monigotes insensibles ante una situación tensa: la diversión que podría despertar el concepto muere apuñalada cruelmente entre personajes que solo saben escupir chorradas que no interesan y un director demasiado incompetente para saber que la conclusión de una historia pide algún tipo de emoción.

¿Quizá esa era la intención, no? ¿Cagarse en la norma cinematográfica y ver cuán "moderno" y "vanguardista" te valoran, verdad?
Con tan miserables objetivos, no debería sorprender a nadie que esta imbecilidad solo ha logrado recolectar la veneración de espectadores que también querían ser "modernos" y "vanguardistas": comparten con película y director ser pura carcasa, sin nada más detrás.

Algo parecido le ocurre a Buckaroo: si un neurocirujano guitarrista físico cuántico viajero a través de la octava dimensión ABURRE... quizás es que todos esos adjetivos no valían para absolutamente nada.
Tan solo para dejar en evidencia a algunos alternativos que gustan de recalcar su diferencia, mientras consagran altares nostálgicos a chorradas que desde el principio nunca fueron la gran cosa.
Charles
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