Se acaba la trilogía con unas memorables últimas escenas y la sensación de haber visto algo muy grande. A estas alturas su música ya nos ha atrapado tanto que quizás no le prestamos la atención que merece, se trata de una de las bandas sonoras que mejor armonizan con las imágenes. Y para colmo, en esta última entrega Apu saca de tanto en tanto su flauta, que no es más que un trozo de bambú para acabar de conciliar las imágenes unas con otras. Tengo la impresión que lo que hizo Satyajit Ray es una de las mejores y más completas trilogías de la historia del cine, sin complejos, así tal cual suena, las tres películas más coherentes.

Para acabar, Apu se encuentra en un estado de bohemia y autocomplacencia que anuncia algo nuevo. En Calcuta vice abrazando a la pobreza, con un casero que le reclama la renta y un futuro al que no teme porque es libre. Entonces se casa, no digo nada que no se pueda leer en la sinopsis, y viene a ocurrir lo que todos esperábamos, que es una explosión de lirismo tremenda. A Apu le llega la hora de descubrir la belleza de la vida, el amor, y por la senda de las anteriores dos películas, inevitablemente también, el drama y la tragedia.

Ha sido un placer descubrir y conocer a Apu, la gran trilogía bengalí, que te atrapa por su música (eso ya lo he dicho y lo repito), que te saquea el interior, te lo roba, pobre occidental que vive acomodado en su espacio de consumismo y derroche material: Apu tiene poco más que una camisa sucia, unas sandalias y esa flauta. La trilogía acaba y me doy la enhorabuena por haberla disfrutado. Ha sido duro llegar hasta aquí pero ha merecido la pena. Por siempre, amigo Apu, inolvidable.