No es fácil decir no a la película de Klimov cuando se le pone a uno delante. Sabemos de antemano, por la banderita puesta al lado de la ficha de FA, que nace en las profundas entrañas de la antigua URSS, como objeto de conmemorar la derrota de los nazis. Sabemos de antemano que la antigua URSS era una máquina de crear propaganda, de maldecir sobre la verdad, de crear historias y tejer falsas realidades. Pero esto es cine, y es imposible decir no a una película que se te pone delante y de la que se han dicho tantas cosas.

Vayan por delante más cosas, que por mi parte no puedo dejar de anotar aunque sea algo que todos sabemos. Los nazis fueron muy malos porque hicieron lo que hicieron, pero también hubo campos de prisioneros en la retaguardia aliada que no eran precisamente colonias de campo. Las atrocidades que cometía el ejército soviético también son conocidas, los japoneses en China y el sudeste asiático y en general en todo el planeta.

Pero estamos en Bielorrusia, el suelo que vio nacer a nuestro protagonista y gracias a cuyos ojos (ven y mira) seremos observadores de las atrocidades que cometieron los nazis cuando pasaban por las aldeas de la gran Rusia camino, paradójicamente, de su derrota. Quisieron acabar con todos y no lo consiguieron. Por suerte quedaron vivos muchos testigos y "Masacre: ven y mira" es un doloroso homenaje a aquellos que perdieron la vida tan estúpidamente, un homenaje a una tierra tan manchada de sangre que da miedo decirlo. Una película que en su título lleva la palabra masacre indica lo que nos vamos a encontrar.

El niño del principio, que se ríe en cada esquina, que es niño con todas sus letras, acaba envejecido delante de nosotros. Ya no se ríe, su cara muestra el horror de lo que ha vivido. Y la peli, por muy dura que sea, por mucha propaganda que esconda, está muy bien hecha. Es lenta a veces, porque es rusa y ellos hacían su cine (a menudo) así. Pero es innegable el buen trato que se da de la imagen, aunque sea para mostrarnos el terror más brutal.