No creo que se trate de una película cuyo valor sea necesario reivindicar, tampoco tiene un gran actor, una estrella a la que homenajear, y la historia de una familia de inmigrantes que se abren paso en el nuevo continente se ha formulado muchas veces en la historia del cine. En esencia no se trata de una película para recordar y esta vez sí permanece en el lugar que le corresponde. Sin embargo, tiene algo. Y ese algo hace que valga la pena... Intentaré explicarme...

Otras veces vista, no es sólo la vida de una familia de inmigrantes, es el paso del tiempo. Envejecen delante nuestro. Sí lo sé, eso se ha visto antes, y la cuestión no es que vienen de un país que ya no existe, de Yugoslavia, sin más datos, serán serbios, croatas o albanokosovares, poco importa, el tema es que los vamos conociendo poco a poco delante de la pantalla. El protagonista es más yankee que los que han nacido allí, el tío se deprime cuando ve quemar una bandera, ya ves, las barras y las estrellas, la libertad, el no a la guerra en los años sesenta y los objetores de conciencia. El grupo de amigos que se crea, con un centro femenino maravilloso, crea una espiral de la que nacen y crecen ideas unas veces mejores que otras, no nos vayamos de la olla, vemos algunas cosas que están lejos de ser geniales...

La vida empuja, esos colegas se separan, se vuelven a unir y así pasa el tiempo, en Chicago, Indiana, con un frío de la leche, qué más da. La relación paternofilial se podría haber exprimido más, creo que está desaprovechado, pero aún así la presencia femenina es lo que a mi juicio, hace que funcione...

Pero no pasó a la historia y ahí seguirá creo yo...