De todas las cosas buenas que tiene "Chantaje en Broadway" (y una de ellas no es su título, nadie entiende que no hayan respetado el original) es la presencia de Lancaster, que cada vez que abre la boca no es para enseñar su dentadura perfecta sino para dar miedo cuando toma la palabra. Es como un verdadero capo mafioso que lo puede conseguir todo con un telefonazo. Lancaster, que por una vez no vamos a verle sonreír en una película, es uno de los hombres más poderoso de la ciudad y aunque no habría que etiquetarlo como mafioso, puede que actúe como tal.

Me encanta que la reflexión más general es que tantas décadas después, la cosa no ha cambiado mucho. No lo digo por la cuestión de si un periodista puede o no puede tener tanto poder en la actualidad. Yo hablo de lo rastreros que pueden ser, sí, con todas las letras. Por supuesto, esto no es una opinión universal que abarque a todo el gremio, con los periodistas ocurre como con los policías, siempre hay que suponer que los hay buenos. En todo caso, lo que hace Curtis aquí, más que lo que tiene que ver con Lancaster, es horroroso. Les da igual la integridad, ni siquiera saben lo que es. Sólo importa el éxito y la notoriedad, el dinero, el poder, la posición... Y a toda costa.

Atención al tramo final de la película. Los diálogos son una maravilla y se alcanza un ritmo portentoso. Además, en blanco y negro, poco más se puede pedir. No me extraña que haya quien odie al ser humano. La ciudad es un hervidero de mala gente, que nadie lo dude.