Más allá de los torpes manierismos del gracioso Jack Lemmon, más allá del irreductible atractivo de Shirley MacLaine, más allá de las increíbles historias de Lou Jacobi, más allá de todo esto, esta es una humanística historia sobre el amor a la prostitución.
Es un sentimiento común a muchos de nosotros el deseo de salvar, de allanar el camino al ser que amamos, como una forma de egoísmo sublimada en compasión. Dicen que cuando se esta enamorado, dos se convierten en uno, y como todos queremos lo mejor para nosotros mismos, en el momento en que el amor nos lleva a figurarnos a nuestra amada como una prolongación de nosotros mismos, lucharemos contra las fuerzas de los elementos por ayudarla y salvarla de su trágico destino.
Donde ya incidiera Pretty Woman muchos años después, este caso en concreto plantea el tema del amor por una sagrada prostituta, que con su encanto y candor infantil conquistará el corazón del protagonista, llevándole casi a la ruinas en su intento desesperado por sacarla de las calles y llevarla hacia una vida nueva y pura llena de encantos y sensaciones. Es un viejo sueño de la humanidad, bajar a los infiernos de magma y de lava y sacar a nuestras amada que se encuentra presa allí, para salir a la superficie y caminar con ella bajo un sol que pica, hasta que estemos cansados y nos tumbemos sobre la hierba fresca verde del parque.