Una chica de 17 años, una madre autista, un padre ausente, dos hermanos menores: paisaje agreste la mayor parte del tiempo, necesidad de supervivencia elemental, desolación... Una tragedia que se ve como un thriller; una amargura que se comparte con la protagonista porque ni ella ni nosotros sabemos por qué tanto odio, por qué todo es tan violento...

Las pocas escenas violentas son muy duras. Uno sufre lo mismo que ella, y la angustia atrapa al espectador de las solapas, y cuando sobreviene un cálido viento amoroso, extraño al principio, duro también, a su manera, entonces puede comprenderse que se está ante una obra fuera de serie por completo, que además remata con un final cerrado y abierto: cerrado en acontecimientos importantes, abierto en otrosm dejando una estela de incertidumbre fascinante.

El acierto es muy grande: un guión que se expande con la naturalidad de ese mismo ambiente hostil, una realización que oscila entre el documental bien templado y el realismo más crudo, interpretada por un reparto de óptimas características. Entre excelentes actores, la protagonista asombra por su capacidad de contención dramática, por lo mucho que expresa sólo con los ojos; una belleza atípica, un candor conmovedor: Jennifer Lawrence, ya integrada de pleno de derecho en el negocio del cine.