Tengo que reconocer que soy fan de Diablo Cody. Le juré fidelidad de por vida después de ver Juno y la serie United States of Tara, por lo que la expectación era máxima por ver su primera obra como directora. Y me ha pasado como la protagonista de la película en cierto punto del metraje, que la decepción ha llegado donde creía que encontraría la diversión.

El argumento nos presenta a Lamb, una chica que ha recibido una educación ultra-religiosa y decide prescindir de la fe después de haber sufrido una accidente que le ha dejado casi todo el cuerpo quemado. Abandonará su casa para vivir todo lo que se ha perdido en Las Vegas.
Los diálogos ácidos y las irónicas reflexiones a los que nos tiene acostumbrados la ex-stripper aquí se reducen bastante en comparación con películas anteriores, pero todavía dejando patente su estilo.
Pese a un decente trabajo, la silla de director aún le viene grande. Lo veo más como un ejercicio que como un trabajo profesional, un algo para llegar a un todo. Y conociendo a Diablo Cody estoy seguro de que llegará
De todas formas si fuera un ejercicio recibiría más que un aprobado, y es que aunque no llegue a funcionar del todo, se impone a título de directores con más experiencia.
A la historia se le podría sacar más jugo, sabe a poco, de hecho la duración no llega a los 90 minutos. La chica no es otra distinta simplemente por estar en Las Vegas, no pasa de monja a fiestera en una noche, eso queda bien reflejado. Como dice la protagonista en una de las escenas: “¿Qué tiene de divertido un bar?”.

En cuanto a las interpretaciones, Russell Brand y Octavia Spencer están correctos en sus papeles. También Holly Hunter, en las pocas escenas que aparece su personaje. Pero destaco la actuación de Julianne Hough por su expresión corporal, en todo momento se la ve perdida en la ciudad del pecado, con una inocencia perfecta para la caracterización, lo cual viniendo de una bailarina experta es un gran trabajo.

De toda la película me quedo con la reflexión de Lamb al sentirse afortunada porque muchos tienen cicatrices pero pocos son indemnizados y tratados con compasión. Y es que como comprobamos a mitad de la película, el dolor interno de la chica es incluso más fuerte que el externo. El accidente no solo la dejó sin una bella figura.

Empezaba esta crítica diciendo que me sentía decepcionado pero ha sido la propia película la que me ha hecho ver que han sido las expectativas que uno mismo se pone las que juegan malas pasadas. En definitiva, elegimos ver un mundo roto o un paraíso.