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España España · Madrid
Voto de Baxter:
9
Intriga. Drama El día de San Valentín de 1900, las estudiantes de la Escuela Appleyard van de excursión a Hanging Rock, una región australiana montañosa. A lo largo del día se producen una serie de fenómenos sobrenaturales: el tiempo se detiene, estudiantes y maestras pierden el conocimiento y tres chicas y una profesora desaparecen. (FILMAFFINITY)
8 de febrero de 2010
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Picnic en Hanging Rock resulta imposible encasillarla entre la ortodoxia de los géneros. No es una película de terror: no aparecen criaturas monstruosas, ni psicópatas asesinos, ni espíritus, ni baños de sangre… pero es desasosegante y desarrolla su acción con los recursos, reclamos, símbolos y matices que nos acercan al mundo tenebroso, no tanto de Allan Poe como de los mitos y el terror cósmico materialista de Lovecraft. Tampoco es un drama de época, ya que en la película no coexisten damas traicionadas con nobles villanos, ni galantes caballeros enamorados, ni autos de fe… pero sí se apuesta por mostrarnos, con sutil elegancia y destreza cinematográfica, la abrupta soledad del ser humano, la inocencia, el latente deseo sexual, el lado salvaje y misterioso de la naturaleza, la belleza y las extrañas circunstancias que rodearon a unas jóvenes damas y a sus profesoras un día de San Valentín de 1900.
El punto de vista del director sobre lo que allí ocurrió pertenece más al ideario mitológico que a la realidad recreada según los argumentos, verdaderos o no, de la novela de Joan Lindsay. El que sea un hecho real todo lo que se cuenta es lo de menos, pero sí es sagaz y enriquecedora la forma que tiene Weir de mostrarnos su propia perspectiva cinematográfica, su capacidad artística para crear y transformar atmósferas limpias, luminosas y sosegadas, en escenarios oníricos protagonistas de espeluznantes acontecimientos desarrollados con una puesta en escena deslumbrante, una sugerente y cálida fotografía, tan cautivadora como irreal, al compás de unas inquietantes y delicadas notas de flauta.
La cargada sexualidad, nunca explícita, parece ser otro de los puntos clave del film. Es el deseo latente o no consumado lo que parece mover las acciones de varios de los personajes: los gestos siempre anhelantes y las voces dulces de todas las estudiantes y de algunas de las profesoras; la atracción silenciosa de los personajes de Michael y de Sara por Miranda; los sentimientos de sincera admiración de una delicada Mademoiselle de Poitiers (magníficamente interpretada por Helen Morse) por la belleza de la joven estudiante: “Miranda es como un ángel de Botticelli”, se atreve a comentar en voz alta.
A Peter Weir le interesó mucho más profundizar en el modo de trasladar a las imágenes las emociones de los personajes, sus diatribas sentimentales, la confrontación entre las muy urbanas y civilizadas actitudes victorianas con la naturaleza más extrema, salvaje y misteriosa; y en captar la incapacidad, la angustia y el deterioro mental de otros personajes (como el de la directora y el de Sara) al asumir hechos tan terribles y nunca desvelados como los que se cuentan en la narración, que en intentar revelar al espectador lo que realmente pudo suceder aquella tarde de febrero de hace más de un siglo, si es que realmente algo ocurrió.
Baxter
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