De entrada tengo que decir que fui a ver "Alice in Wonderland" con bastante recelo teniendo en cuenta la mayoría de críticas negativas que ha recibido la película, pero también esperanzado en que el innegable talento de Tim Burton, por el que siento gran admiración, fuese capaz de llevar a su peculiar universo el libro de Lewis Carroll. Porque yo en ningún momento esperaba una adaptación fiel a las dos novelas de la saga, "Alicia en el país de las maravillas" y "A través del espejo", y de hecho defiendo el derecho de Burton a revisionar los dos relatos y partiendo del original realizar -o más bien intentarlo- un film personal y acorde a lo que todos esperamos de tan creativo director.

Por desgracia el resultado ha sido desalentador en ambos aspectos, es decir decepciona a los que pretendan ver una adaptación fiel a los libros y decepciona, al menos en mi caso y esto es más grave, a los que pretendan encontrar en esta "Alice" un personal y sugerente viaje al país de las maravillas burtoniano.

Da la impresión de que la película ha sido hecha por encargo de la Disney, no en vano la productora obligó a Tim Burton a retrasar su estreno para poder hacerla en 3D cuando en principio no había sido pensada en ese formato, y esto pesa demasiado en el producto final. Burton tampoco participó en el guión -la autora es Linda Woolverton que ya trabajó para Disney en "El rey León" y "La bella y la bestia"- y todos sabemos que sus mejores trabajos siempre han partido de materiales fruto de su propia imaginación.
Con todo esto el resultado es una historia simple, reconocible por los públicos de todas las edades, carente de imaginación y, por supuesto, de los excesos surrealistas del original literario; un rutinario relato de lucha entre el Bien y el Mal, con espada mágica y dragón incluido y con nuestra "Alice" convertida en caballero salvador.

Lo mejor del film me parece el prólogo, con "Alice" situada en el mundo real y con una excelente recreación de la rígida sociedad victoriana de la época, es decir la parte realista de la obra. Una vez nuestra protagonista entra en el país de las maravillas asistimos a un derroche de imaginación visual tan efectista como vacío en su interior. Burton nos muestra un universo barroco y colorista pero traiciona a Carroll y se traiciona a si mismo al no dotar a los personajes del más mínimo aliento poético. La reina Roja, la reina Blanca, el conejo, la liebre de marzo, el sombrerero loco, el gato de Chesire... todos están en cuerpo pero no en alma, y son meros peones de una historia que Burton no ha sabido llevar a su peculiar universo y se ha quedado en una aventura de caballeros y espadas y una lucha entre buenos y malos que, en ocasiones y pese al buen nivel visual, resulta bastante patética.