Esta secuela no tiene ni la originalidad, ni la frescura, ni la diversión que la original pero no deja de tener la esencia de la genial primera parte.
Tal vez lo malo que tenga es que pierde demasiado tiempo en reencontrar a los personajes y en buscar excusas y escenas para que salgan todos. Pero los guionistas no se trabajaron tanto ni las cazas de fantasmas ni la lucha contra el enemigo, en este caso el espíritu de Viggo el Cárpato, retenido en un macabro cuadro. Básicamente, tiene mucho menos carisma y permanece menos en el recuerdo del espectador.
Sobre todo veo que no tiene tanta fuerza. Es como una Coca-Cola a la que se le ha ido un poco el gas. Buena, pero que ya no es lo mismo.
La historia está bien pero ya ni cuando trata de ponerse seria nos la creemos con todo el tema de la gelatina, o mocos que canalizan la energía negativa de Nueva York. Es todo un poco ridículo.
La escena de la estatua de la libertad es ridícula pero divertida.
Bill Murray sigue siendo tan gracioso como antes, aunque esté muy picado con Dana Barrett (Sigourney Weaver) por haberse ido con otro, y esto da pie a muchas chanzas.
El nuevo secundario que aparece, el jefe de Dana en el museo, es un poco tonto y más con el doblaje con acento que le han puesto.
Aún con todo lo que digo, la película me gustó mucho en su momento. Y no tanto por su calidad sino por poder reencontrarme con estos viejos amigos y poder ver nuevas aventuras, tras una primera parte que había visto mil veces y me la sabía de memoria.
Estamos en 2014 y se está rumoreando que van a hacer una tercera parte, a pesar de la reciente muerte de Harold Ramis. Personalmente, me quedo con lo que hay, pues seguramente lo harán peor. Si la hacen, ya la criticaré también en esta página, para bien o para mal.