Creo que a estas alturas hay que hacer de tripas corazón y asumir que los “remakes” no respetan nada. Hasta las películas más clásicas pueden ser modernizadas en una época en la que Hollywood no quiere arriesgar su dinero. Esto es puro marketing, que les permite ahorrar en publicidad y en esfuerzo, pues de alguna manera la mayoría de ellos consiguen algo de rentabilidad solo por el hecho de que el público ya tiene cierta idea de lo que se va a encontrar.
Creo que, aunque cueste, hay que hacer un poder e intentar no odiar los “remakes” por el mero hecho de serlos. Rehacer una de las películas clásicas más míticas del género del oeste puede herir sensibilidades cinéfilas, pero es lo que hay. Al menos, esta vez estamos hablando de una película de hace más de 50 años, con lo cual no es algo tan odiable como en otros casos.
He aquí una historia típica en la que un grupo de débiles contrata a un grupo de fuertes para que les defiendan de la injusticia. Esto da pie a un enfrentamiento desigual en las calles de un pequeño pueblo.
El gran Denzel Washington encabeza un reparto variopinto e interracial. Está claro que en Hollywood quieren ser políticamente correctos y nos meten, como si fuera el principio de un chiste, a un negro, un asiático, un indio, un mejicano y unos cuantos estadounidenses en este grupo. Además, la portavoz del pueblo es una mujer. Bien, así no herimos susceptibilidades. Esto es solo una anécdota pero me ha llamado la atención. No pasaba esto en la antigua, claro.
Lo malo de este grupo es que al ser tantos, no dejan que Denzel se luzca aunque sea el protagonista. De todas maneras tampoco va a ser este papel el más recordado del actor, ya que ni él ni sus compañeros tienen un carisma especial o una personalidad compleja que resulte interesante. Estos personajes tienen bastante poca enjundia. De hecho, más que los 7 magníficos se podrían llamar los 7 impasibles, pues están siempre igual de serios y chulos aunque les estén friendo a tiros. Por ejemplo, al indio se lo encuentran por el camino, intercambian unas frases (que ya es casualidad que se puedan entender) y, hala, ya tenemos al séptimo magnífico, que pasaba por allí y no tenía nada mejor que hacer, por lo visto.
Supongo que es propio del género que todos sean más chulos que una gamba en una época de gatillo más que fácil y en la que te podían matar por casi nada. Eso son señas de identidad del “western”, pero ya que han modernizado algunas cosas, podrían haber mostrado a unos magníficos algo más humanos o algo más magníficos (valga la redundancia) y no haber sido tan planos.
Con estas cartas sobre la mesa, en mi opinión a la película le sobra un buen rato de sus más de dos horas. El reclutamiento del grupo y la preparación de la resistencia en el pueblo se me antojan demasiado largos y no muy interesantes.
En mis críticas puede parecer que si no hay acción, me aburro. No siempre es así, pero en esta película es un ejemplo claro. Lo bueno llega cuando empiezan los tiros, las cosas como son. Todo lo demás es un mero preámbulo a un par de secuencias de acción estupendamente filmadas por Antoine Fuqua, con un buen montaje y en las que no hay tiempo para respirar. Creo sinceramente que solo por los dos tiroteos merece la pena verla, y que realmente es lo mejor de un film que de no ser por esos minutos habría sido bastante mediocre.
En cuanto a la música, me ha llamado la atención que esté hecha a medias por el desaparecido James Horner, cuando ya hace un tiempo que nos dejó. Supongo que la producción se ha alargado mucho. Y, por supuesto, Horner mete su famoso “parabará” y amagos del tema original. Pero al final, en los créditos, no se pueden contener y lo ponen tal cual. Si no suena esta clásica melodía, revientan. Normal, es que es muy buena.