Un cuento perfectamente narrado en imágenes impecables y evocadoras, enmarcadas además en un bosque de ensueño... No falta nada, no sobra nada... No hacen falta palabras, no sobran palabras...
Kim Ki-duk, va llevando al espectador a través de un cuento deletreado tan profundo como la vida misma, vida que en si misma es una lección de lo que la vida es y como debe llevarse; vida que no es mas sino un simple ciclo que inicia una y otra vez, vida que es perennemente una toma de decisiones, decisiones de vida... Todo dicho con una simbología maravillosa, pues eso es en pleno todo el film, una absoluta simbología de vida: un lago, la barca, las piedras, la montaña, la puerta, los arboles, los animales, el niño, el anciano, las estaciones, la vida, la muerte, el amor...
Una película sobria pero rica en contenido; lenta pero que no agota al expectador... Una cinta de colección, y si se quiere, de estudio, de el director asiático Kim Ki-duck, que maneja el silencio y la simbología de manera magistral, de muy pocas palabras en sus producciones como en su personalidad...