Vampiros de John Carpenter, tócate los huevos. No "Vampiros" a secas, ¿sabes? No, no... Vampiros de John Carpenter, tal cual. Yo hubiera ido más lejos y la hubiera titulado "James Woods mata a los vampiros de John Carpenter con la ayuda de Daniel Baldwin". Mola, ¿no?

John Carpenter dirige (¡sorpresa!) la película. Don Jakoby convierte en guion la novela de John Steakley. Tenemos una historia que tiene aires de western, road movie y cierto regusto al terror de los 80, aquel con villanos casposos y protagonistas vestidos de cuero. Es ahí donde la película tiene algo de magia, ya que consigue llevarnos a la época de la niñez a los de mi generación y a una época "dorada" (de alguna manera aquello tenía su puntazo) del cine de terror. Para ello, Carpenter (uno de los grandes) se sirve de una ambientación austera en la que predomina más la acción que lo que la envuelve. Es por eso que el villano no es demasiado carismático y que la pareja protagonista tiene poco feeling, lo que a la postre acaba siendo una putada para la película. Sin unos efectos especiales nada especiales, Vampiros hubiera podido ser un clásico diez años antes de su estreno, pero llegó un poco tarde el día de la graduación. Con todos sus errores, las situaciones cómicas que siempre mete Carpenter y algunas de las muertes son bastante buenas.

James Woods protagoniza la película. El gran James Woods. Nunca ha sido un gran actor y nunca ha sido un mal actor, pero siempre ha sido un actor mítico. Esa chulería, esa despreocupación por todo lo que no sea él... es John Woods, coño. Daniel Baldwin, uno de los tres o cuatro millones de hermanos Baldwin que se dedica al cine, parece contagiarse de la indiferencia de Woods, consiguiendo entre ambos que la pareja protagonista no tenga nada atractivo, aunque por separado sean personajes interpretados de forma decente. Thomas Ian Griffith, con un maquillaje muy de los ochenta (también), interpreta un papel poco propicio para la expresividad de un actor, lo que le viene de puta madre ya que actuar no es su fuerte, dado que su verdadera vocación son las artes marciales. Sheryl Lee está bien, aceptable digamos. Por momentos parece un cerdo en el matadero de tanto que sobreactúa pero bueno, se acepta por el contexto de la película.

Resumiendo, que es gerundio: Vampiros de John Carpenter es una película hecha a destiempo. Una idea que hubiera funcionado a las mil maravillas en la década de los 80 pero que a finales de los 90 no puede permitirse tomar prestadas tantas ideas ya utilizadas y, mucho menos, ampararse en la Serie B a modo de escudo para su "homenaje" al cine de la década anterior. Pero, ¿sabéis lo bueno? Que divierte. A mí, por lo menos, me divierte un montón.