El castor es una película atípica que se mete de lleno en un tema tan escabroso como la depresión y los trastornos de ansiedad de una forma curiosa. Simpática y llevadera, va muy de más a menos.

Jodie Foster se pone tras las cámaras por tercera vez en su carrera (su último trabajo en la dirección data del ya lejano 1995) y lo hace para poner en pantalla el guion de Kyle Killen que se adentra por una vía poco frecuente en un tema de lo más complicado. Mi opinión es que Jodie Foster no hace un mal trabajo y diría, incluso, que tiene varios detalles de lo más interesantes (los planos cortados en los que la marioneta es protagonista son fantásticos). No obstante, es de lógica decir que la película se salva por su corta duración, ya que va asfixiándose en su propio desarrollo hasta llegar al final con la vida casi sesgada. El problema radica en que todo comienza de forma divertida pero el cambio de la comedia a la tragedia está desdibujado y al espectador le queda una extraña sensación de no saber muy bien si reír o sentirse apenado. Habrá quien diga que es esa precisamente su intención y no le faltará razón, con la salvedad de que eso tiene que durar poco tiempo porque el público no es tonto y no necesita que se repita lo mismo una y otra vez porque al final los géneros acaban mezclados de forma involuntaria.

Mel Gibson protagoniza de forma soberbia la película. Los personajes con deficiencias son un plato sabroso para los grandes actores como ya demostraron antes Sean Penn, Tom Hanks o Colin Firth, por poner algunos ejemplos. Mel Gibson también es un gran actor y es capaz de llevar el peso de la película sobre sus hombros cuando el nivel narrativo decae. Jodie Foster está a un nivel altísimo (aquí hablo de su trabajo delante de las cámaras), lo que ya hace tiempo que dejó de ser noticia. Mi admiración por Jennifer Lawrence crece con cada película que veo en la que aparece y el motivo es que me he dado cuenta de que la jóven actriz es tremendamente versátil y que en todos los géneros está fabulosa, desde los papeles superficiales (X-Men: Primera generación) hasta los más complejos (Winter's Bone). Notable también es la labor de Anton Yelchin, que completa un club de secundarios que guarda las espaldas de Mel Gibson a la perfección.

Resumiendo, que es gerundio: El castor cuenta con una premisa interesante y en principio inteligente. El problema es que el hecho de mostrar sus virtudes tan pronto, acaba dejando al aire sus defectos.