Adaptación a la gran pantalla de la novela de Douglas Adams que el propio autor convirtió en serie de televisión en los 80. Guía del autoestopista galáctico no es una película que vaya a hacer que te retuerzas en el suelo de risa, ni mucho menos, pero sí conseguirá asombrarte con sus grandes escenas y pintorescos personajes, enfocados a una audiencia (o a un lector, según se mire) con más espíritu crítico que pasotismo.

Garth Jennings dirige su primera película. Director de videoclips de mucha reputación, Jennings es, como demuestra aquí, un tipo tan desequilibrado como somos los espectadores a los que la película nos parece genial. Jennings triunfa gracias a su inventiva a la hora de explicarnos exactamente qué es la guía del autoestopista galáctico, esa que ha superado en ventas a cualquier otro libro del universo. La presentación de los personajes a través de 'Ford' (Mos Def) se convierte en algo tan fluido que el propio espectador se embarca en el viaje que lleva a 'Arthur' (Marin Freeman) a traves del espacio, convirtiéndolo en un muñeco de lana y en un sofá, entre otras muchas curiosas situaciones.

La película enamora al espectador descubriendo un universo en el que hasta lo más desagradable se convierte en divertido, y lo hace gracias a la inclusión perfecta de la voz en off (de Stephen Fry) que se instala en el desarrollo y se hace tan necesaria como cualquiera de los actores. Dicha voz en off se encarga de explicar de manera sencilla todo aquello que el espectador necesita saber, e incluso se permite el lujo de meterse en la mente de una ballena con dudas existenciales, regalando en esa ocasión y alguna otra una reflexión absurda pero que interesa al espectador que se divierta con esta película.

Amor, política y guerra son tres de las bases de la producción, que cuestiona también (en parte es el tema principal de la película) la propia existencia de la vida y su sentido, si bien no lo hace a un nivel demasiado profundo y prefiere quedarse en una ligera reflexión que sirve para ayudar al guión y poco más. Un guión, por cierto, un tanto previsible pese al "factor de improbabilidad" (ese que convierte misiles en tiestos). Un guión que no sorprende demasiado ya que no busca el giro ni dejar a nadie boquiabierto, sino que sigue el propósito de entretener y lanzar un par de preguntas profundas de forma ligera, sin que estas sean vinculantes para que quien está sentado ante el televisor disfrute o no de la película. Guía del autoestopista galáctico cuenta, además, con un muy notable diseño de producción en el que los escenarios se funden con la historia y nada queda fuera de sitio, desde la "atracción de feria" del final hasta el 'planeta Vogsphere'.