Posiblemente, un innecesario remake de Distrito 13, y más si consideramos de quién proviene la idea. Porque inexplicablemente es una idea del mismo productor y guionista de la original: Luc Besson. Quizás, queriendo expandirse al mercado estadounidense (y en búsqueda de más dinerito para engordar sus arcas) el francés traslada su idea original de París a Detroit y cuenta para ello con la presencia de actores internacionales y franceses para dar ese salto. Sin embargo, el guión es un despropósito monumental y a cada paso que da la película encontramos en el script muchas incongruencias que oyéndolas hace que nos llevemos las manos a la cabeza. Olvidando el nefasto escrito, Brick Mansions cumple como película de acción con estupendas escenas grabadas a una velocidad altísima y con un buen trabajo de coregrafía en las peleas. En esto, Besson sabe rodearse de grandes especialistas.
La dirección corre a cargo de Camille Delamarre (Transporter Legacy) en la que es su opera prima. Demuestra buen conocimiento de la acción, pero no es capaz de dotar de alma las robóticas interpretaciones de sus actores. Y aquí se tomó como protagonista al desaparecido Paul Walker (A Todo Gas) para dar más presencia a la cinta en EE.UU. Le acompaña el francés David Belle, protagonista de las obras originales Distrito 13, y que demuestra que está aquí por su calidad como artista marcial puesto que deja mucho que desear como actor.
Con estas cartas sobre la mesa, es una película que va dirigida a un público que disfrutará con lo que se visualiza y que no da nada que pensar: muchos saltos y muchos golpes por doquier.