Los yanquis tienen la característica de edulcorar a los psicópatas: crueles soldados de todas las guerras, presidentes de toda calaña, mafiosos sanguinarios, estafadores de todo tipo, etcétera, pasados por la máquina de caramelos de Hollywood se vuelven personajes queribles, entrañables, y cuya conducta se explica por un trasfondo del cual el psicópata en cuestión es víctima inocente. Lo mismo hacen con los perversos, como esta película bien lo demuestra: un profesor universitario seduce a una alumna y la convence para formar tríos sexuales con su esposa, al punto que ambas van quedando embarazadas y logran parir a alrededor de una media docena de hijos. En el medio, y para que la cosa se ponga un poco más excitante, provee a su esposa y a su amante de material "educativo" pornográfico y juguetes sexuales como disfraces, látigos, esposas y otros que no será difícil imaginar. Así las cosas, el entrañable profesor se convierte en un macho alfa, y a pesar de estar pregonando permanentemente que hay que tener "la mente abierta" (típica frase perversa para lograr bajar las defensas morales de los otros), en ningún momento introduce en esos tríos a otro hombre. Escenas de lesbianismo y fiestas sexuales entre los tres se suceden con naturalidad en la casa mientras los niños corretean alegremente por los pasillos, y con tanta naturalidad se dan las cosas que hasta se dejan la puerta de la casa abierta y una entrometida vecina termina siendo testigo involuntaria de esas bacanales. Horrorizada, la mujer hace correr la voz en el vecindario de lo que ocurre en esa casa, pero nuevamente la caramelera hollywoodense da vuelta las cosas y hace quedar a la vecina como una retrógrada cabeza hueca y a los amantes de eros como unos incomprendidos. En resúmen, es una interesante película para ver cómo la máquina de Hollywood nos come la cabeza y termina justificando lo injustificable. Dada la cantidad de perversos que anidan en esos lares, no me extrañaría que sea candidata a un Oscar.