"Tiro mortal" es una rara avis de lo más común, por muy oxímoron que parezca. La pinta de telefilme no se la quita nadie (ese montaje, ese doblaje), aunque su estilo beba de los Coen (las coincidencias en su argumento, la lucha entre profesionales y gente de la calle). Todo muy "Fargo".

Con ese poti-poti, que desconcertará a la mayoría de sus espectadores, lo cierto es que la película cae en gracia. Quizás una duración mayor y una profundidad más honda en el desarrollo de sus personajes hubiesen logrado que "Tito mortal" fuese una obra de altura, ya que posee elementos más que interesantes que no están del todo aprovechados.

El triángulo de personajes es plausible: por un lado, tenemos al mafioso crepuscular, parco en palabras y con un background complejo, y su segundo de abordo, un matón inexperto, más peligroso que un mono con dos pistolas; y por otro, la civil que se ve envuelta en un lío de los gordos. Su personaje, eso sí, pedía un trazo más amplio. El personaje del marido, por su parte, entra en la categoría de grano en el culo: molesta, sobra, aburre. Sólo sirve para que ella tenga alguien con quién protagonizar sus escenas.

Y como los personajes, sus actores. A Mickey Rourke le se intuye el carisma debajo del careto que le han dejado. Hay que ser valiente para dejarse grabar con esa pinta, yo ni siquiera saldría de casa. El personaje le va bien porque no tiene que actuar demasiado. Joseph Gordon-Levitt realiza una actuación eléctrica, vibrante, es puro fuego, y Diane Lane, sin sorpresa, está estupenda. La guinda es el cameo de Hal Holbrook.

No es una película que venga a renovar el género ni a inventar absolutamente nada, pero John Madden sabe crear tensión y los ingredientes que confluyen en esta historia son más que suficientes para que "Tiro mortal", aún siendo muy mejorable, sea una película fresca y entretenida con la que pasar un rato más que grato.