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España España · Palma (Mallorca)
Voto de Miquel:
9
Cine negro. Intriga. Drama Frank Jessup es un enfermero de urgencias que acude a una mansión para atender a la señora Tremayne que, según parece, ha intentado suicidarse. Sin embargo él sospecha que en realidad alguien ha intentado asesinarla. Allí conoce también a Diane, la hijastra de la señora Tremayne, una joven delicada, sensual y un tanto inestable, ante la que cae rendido inmediatamente. (FILMAFFINITY)
8 de octubre de 2008
50 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Último gran film policíaco realizado por Otto Preminger. Escrito por Oscar Millard, Frank S. Nugent y Ben Hecht (no acreditado), desarrolla un argumento original de Chester Erskine. Se rueda en exteriores de Beverly Hills y alrededores y en los platós de RKO Studios. Producido por Howard Hughes y Otto Preminger par la RKO, se estrena el 11-XII-1952 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en Beverly Hills (CA) y alrededores en 1951-52. Frank Jessup (Mitchum), auxiliar de clínica y chófer de ambulancia, es contratado por Charles Tremayne (Marshall) como chófer doméstico. Seducido por la dulzura y la apariencia angelical de su hija Diana (Simmons), Frank queda atrapado en sus redes maléficas. Él es un hombre corriente, bonachón, con novia formal y aspiraciones modestas (montar un taller mecánico de coches). Ella, de 20 años, es caprichosa, solitaria, no tiene amigos, está enamorada de su padre, siente celos obsesivos de su madrastra y bajo una mirada celestial oculta una personalidad manipuladora, fría, malévola y psicótica.

El film suma cine negro, drama, crimen y romance. Como cine negro es un producto tardío que se inspira parcialmente en trabajos anteriores, como “Regreso al pasado”, “El cartero siempre llama dos veces”, “¿Ángel o demonio?” y otros. El guión parte de un original que Preminger puede rehacer y que se va completando a medida que avanza el rodaje. Ben Hecht tuvo una participación relevante en la concepción y definición de las líneas básicas de la historia, cuya redacción concreta asumen Millard y Nugent. Pese a ser una obra de encargo (de Howard Hughes), Preminger la trabaja con dedicación y convicción, estimulado por la libertad que recibe para recomponer el guión a su gusto.

La narración es depurada, analítica y sobria, evita las referencias psicológicas tan en boga en aquellos momentos. De acuerdo con los gustos del realizador, las imágenes hablan por si mismas, directamente, significando lo que muestran. Este modo de proceder le permite hacer uso de las sutilezas que conforman su estilo personal. Cuando muestra a Diana tocando el piano con la vista perdida en la nada, nos habla sin palabras de su desequilibrio y su locura. Cuando lanza una cajetilla vacía de cigarrillos al vacío, nos sugiere la gravedad de sus pensamientos. Cuando mira desde la ventana lo que sucede en la explanada de llegada, sabemos que ha tomado una decisión trágica. El decorado y el vestuario son igualmente manejados por Preminger para comunicar, por medio de detalles, combinaciones, contrastes y sombras, información que profundiza en el drama o anticipa su desarrollo. La igualdad cromática con la que muestra las figuras de Diana y Frank y la superposición parcial de sus imágenes, anticipan la identificación del destino de ambos. Se sirve del vestuario, entre otros elementos, para subrayar las diferencias que separan a Diana y Mary (Freeman). La película muestra a un Preminger pletórico de facultades e ilusiones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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