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Voto de Miquel:
8
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Drama
Charles Masson, un ejecutivo de publicidad casado, estrangula durante una sesión de sadomasoquismo a su amante, una mujer que además era la esposa de su mejor amigo, el arquitecto François Tellier. Presa de los remordimientos, Charles se lo confiesa a su mujer, pero ella, inexplicablemente, le quita importancia al asunto. Charles, sin embargo, no puede dejar de pensar en lo ocurrido. (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2011
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film francoitaliano del realizador Claude Chabrol (Paris, 1930-2010), según guión escrito por Chabrol, inspirado en la novela “The Thin Line” (1951) del libanés Edouard Atiyah. Rodado en París y Le Touquet (Pas-de-Calais, Francia) y producido por André Génovès, se estrena el 31-III-1971 (Francia).
Al servicio de una elegante economía de medios, el realizador focaliza la atención en el personaje principal, Charles Masson (Bouquet) y en el motivo central de la acción. Selecciona tres figuras protagonistas, que somete a exploración y análisis, sin prestar gran atención a los secundarios, que intervienen como elementos de complemento y apoyo. En el arranque del film sitúa el asesinato que desencadena a acción y desplaza la intriga hacia la exploración interior de los personajes y sus reacciones. La obra se resuelve en términos de un intenso, templado y bien tratado drama psicológico, que hace del film un trabajo valioso e interesante, para muchos uno de los mejores de la extensa filmografía del autor.
La narración se apoya sobre todo en la expresión corporal de los actores y en los destellos que desprende la expresividad de sus gestos. Las palabras cumplen funciones complementarias gracias a las cautivadoras interpretaciones que entregan los tres protagonistas. Stéphane Audran, en el papel de Elena Masson, gana el Bafta a la mejor actriz. El ritmo es pausado, el tono narrativo es contenido y equilibrado y el desarrollo de los acontecimientos se ajusta a una pauta que evoca los tiempos que requiere el análisis objetivo de los hechos. Chabrol desgrana las situaciones y las relaciones que las definen sin formular juicios de valor y sin exteriorizar sus opiniones. El espectador es llamado a enjuiciar los dilemas morales que se plantean y a hacerlo en base a sus propias opiniones y desde su personal punto de vista. La obra no pretende impartir en ningún caso una lección moral.
Invita a mirar, observar, contemplar y ver cómo emergen en la interior del ser humano el sentido de culpa y la conciencia de la responsabilidad personal. Así mismo muestra cómo funcionan los recursos al olvido, al autoengaño y a las falsas disculpas. Muestra la fuerza del egoísmo, la ocultación, el disimulo y la tendencia al rechazo de todo lo que puede alterar el orden y la estabilidad de las situaciones personales y familiares. En el marco de su análisis general, el film incorpora la habitual crítica de Chabrol a la burguesía y la denuncia de su mediocridad moral y sus opciones egoístas e interesadas. La definición de los personajes aporta la complejidad necesaria para explicar sus tensiones internas, su evolución y las decisiones que toman.
La banda sonora, de Pierre Jansen, aporta hermosos cortes melódicos de acompañamiento que describen el estado de ánimo de los protagonistas y su evolución dramática.
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Al servicio de una elegante economía de medios, el realizador focaliza la atención en el personaje principal, Charles Masson (Bouquet) y en el motivo central de la acción. Selecciona tres figuras protagonistas, que somete a exploración y análisis, sin prestar gran atención a los secundarios, que intervienen como elementos de complemento y apoyo. En el arranque del film sitúa el asesinato que desencadena a acción y desplaza la intriga hacia la exploración interior de los personajes y sus reacciones. La obra se resuelve en términos de un intenso, templado y bien tratado drama psicológico, que hace del film un trabajo valioso e interesante, para muchos uno de los mejores de la extensa filmografía del autor.
La narración se apoya sobre todo en la expresión corporal de los actores y en los destellos que desprende la expresividad de sus gestos. Las palabras cumplen funciones complementarias gracias a las cautivadoras interpretaciones que entregan los tres protagonistas. Stéphane Audran, en el papel de Elena Masson, gana el Bafta a la mejor actriz. El ritmo es pausado, el tono narrativo es contenido y equilibrado y el desarrollo de los acontecimientos se ajusta a una pauta que evoca los tiempos que requiere el análisis objetivo de los hechos. Chabrol desgrana las situaciones y las relaciones que las definen sin formular juicios de valor y sin exteriorizar sus opiniones. El espectador es llamado a enjuiciar los dilemas morales que se plantean y a hacerlo en base a sus propias opiniones y desde su personal punto de vista. La obra no pretende impartir en ningún caso una lección moral.
Invita a mirar, observar, contemplar y ver cómo emergen en la interior del ser humano el sentido de culpa y la conciencia de la responsabilidad personal. Así mismo muestra cómo funcionan los recursos al olvido, al autoengaño y a las falsas disculpas. Muestra la fuerza del egoísmo, la ocultación, el disimulo y la tendencia al rechazo de todo lo que puede alterar el orden y la estabilidad de las situaciones personales y familiares. En el marco de su análisis general, el film incorpora la habitual crítica de Chabrol a la burguesía y la denuncia de su mediocridad moral y sus opciones egoístas e interesadas. La definición de los personajes aporta la complejidad necesaria para explicar sus tensiones internas, su evolución y las decisiones que toman.
La banda sonora, de Pierre Jansen, aporta hermosos cortes melódicos de acompañamiento que describen el estado de ánimo de los protagonistas y su evolución dramática.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
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La fotografía, de Jean Rabier, ofrece imágenes cautivadoras de Paris y del paisaje de Le Touquet, que contempla con admiración y afecto. Abundan los escenarios interiores, de acuerdo con el análisis de los personajes. Añade metáforas visuales destinadas a dar amplitud y profundidad al discurso central. Destaca la afición burguesa a detalles que glosan su retorcida frivolidad (licor de frambuesa), el peso inalterable de sus intereses materiales, la superficialidad de sus opciones innovadoras (la arquitectura moderna de la casa), la complejidad del ser humano (cuadros expresionistas de la mansión), la altísima valoración que se hace de la obediencia y la disciplina (alabanzas que la abuela dedica a los nietos), la afición a la vida muelle, tranquila y confortable, y el acomodaticio sistema de valores que se usa según convenga.
Abundan los primeros planos, el seguimiento envolvente de los personajes y gratificantes movimientos de cámara, como el sugerente descenso inicial desde la visión del cielo hasta la contemplación de una calle parisina hundida en un desnivel del terreno o el encuadre general, lleno de simbolismos, que barre la playa inmensa de Le Touquet, batida por el oleaje, el sol invernal y los juegos de los chicos.
La fotografía, de Jean Rabier, ofrece imágenes cautivadoras de Paris y del paisaje de Le Touquet, que contempla con admiración y afecto. Abundan los escenarios interiores, de acuerdo con el análisis de los personajes. Añade metáforas visuales destinadas a dar amplitud y profundidad al discurso central. Destaca la afición burguesa a detalles que glosan su retorcida frivolidad (licor de frambuesa), el peso inalterable de sus intereses materiales, la superficialidad de sus opciones innovadoras (la arquitectura moderna de la casa), la complejidad del ser humano (cuadros expresionistas de la mansión), la altísima valoración que se hace de la obediencia y la disciplina (alabanzas que la abuela dedica a los nietos), la afición a la vida muelle, tranquila y confortable, y el acomodaticio sistema de valores que se usa según convenga.
Abundan los primeros planos, el seguimiento envolvente de los personajes y gratificantes movimientos de cámara, como el sugerente descenso inicial desde la visión del cielo hasta la contemplación de una calle parisina hundida en un desnivel del terreno o el encuadre general, lleno de simbolismos, que barre la playa inmensa de Le Touquet, batida por el oleaje, el sol invernal y los juegos de los chicos.