Jodorowsky es un colgado y una persona de dudosa moral, pero el tío tenía una visión y quería ejecutarla perdiendo el mínimo impulso creativo posible durante el camino. Hollywood, como tenía que ser, no le dejó llevar a cabo de ninguna forma su propia visión de que lo debería ser Dune.

Sorprende la piedra angular que resulta ser una película que nunca se estrenó. Hay tanto de ella en tantas películas (¡triunfantes!) posteriores, que uno no puede dejar de ver el intento de Jodorowsky como una de las tragedias más grandes que se le ha hecho al cine en general desde sus comienzos. Y, sí, la película podría haber sido un coñazo y solo ser recordada con nostalgia como una especie de Barbarella extraña, pero tenía una aura y un equipo tan impresionante, y esto es seguro, algo interesante habría salido. Por lo menos, mejor que lo que pasó con la adaptación que capitaneó Lynch (aunque parece que no es su culpa, sino cosa de productores) en 1984.

Una crónica fascinante de una de las películas más influyentes que nunca existió realmente.