Es lamentable que las películas gore proliferen, no solo por su nivel de violencia, siempre regodeándose en ella como si fuera la panacea, y convirtiéndola en algo digerible, claro para personas que no se detienen ni un momento en pensar lo que están viendo.
La historia de un matrimonio que celebra una fiesta, y en su casa, se terminan metiendo unos psicópatas, podría haber dado para mucho más, pero no, aquí van a lo básico, personajes planos, y muchas escenas de quemaduras, puñaladas, en fin sangre al por mayor, que para eso es un gore.
Lo único a destacar, una interpretación por encima del resto de parte de Rebeca de Mornay.