Siempre es apetecible ver una película del Londres oscuro y deprimente, en este caso con Sherlock Holmes, un personaje que permite la libertad de mezclar multitud de ingredientes de diferentes gustos, por eso la cinta viene a ser rica en acción, humor, chuleria repelente o magia negra, luego el ingrediente del director pensando en anteriores trabajos no tiene mucho peso, incluso a veces hubiera sido mejor que no apareciera.

Sólo con visitar el piso del detective ya se observa que la historia es fiel a su perfil, una colección de mínimos detalles y una profesión que siempre obedece a la lógica, una personalidad detestable socialmente hablando, pero que da mucho juego ante los graves acontecimientos que amenazan, un caso que se va descifrando bien, es una buena lección acerca de la deducción como método, todo lo que se muestra cuenta en la resolución y es acertado, lo que ocurre es que la intriga no implica que tenga una energía desbordante, es más la acción al estilo "Mortadelo y Filemón" y el duelo entre la ciencia y la brujería que el interés que despierte el seguimiento de las pistas, con lo que al final todo queda, al igual que esos aplaudidos escenarios, en carton-piedra, sin vida real.