Cuando parecía que el cine español contemporáneo apenas era capaz de crear películas, no ya mínimamente decentes, sino de buen gusto y calidad llegó "La vida mancha" y confirmó felizmente la excepción que toda norma posee.
Urbizu convierte lo que parece ser un film de argumento mil y un veces visto, debido al tratamiento que le da, en una película de una sensibilidad, contención y buen gusto que se traduce en un film de una belleza sin parangón.
El director trata a sus personajes con tal cariño, profundidad y ternura que resulta imposible no identificarnos con cualquiera de ellos, implicándonos directamente en la historia que nos cuenta.
De un ritmo pretendidamente sosegado, que proporciona mayor hondura a la historia, y despojado de cualquier diálogo trascendental, la película avanza a través de un relato en voz callada, donde las miradas y los silencios pasan a ser parte fundamental de la historia; así, el espectador forma parte directa, observando los sentimientos que sus personajes padecen y no se atreven a pronunciar hasta llegar a uno de los finales más singulares y hermosos jamás rodados en nuestro cine, donde la historia da paso al sentimiento más genuino. De esta manera Urbizu ha conseguido con "La vida mancha" una película bellísima, sensitiva y de gran calado emocional, consiguiendo robarme un pedacito de vida.