Me acuerdo que por los 80 todavía quedaba un tío que tenía pintado su coche igual que el Ford Torino de esta pareja de polis, rojo con la franja blanca, que es una pasta pintar un coche. Lo aparcaba por el casco viejo. Luego dejé de verlo. Más friki aún fue un chaval que conocí, que trabajaba en una gestoría, que un día apareció vestido con un mono idéntico al de los cazafantasmas. Vaya número. También desapareció luego.

Antes, si había una serie como ésta pues la veías porque era lo que tocaba y te gustaba si estaba bien, como era el caso, aunque tampoco la prestaras mucha atención. Veías a Starky y Hutch y te parecían unos cachondos pero en absoluto, si lo piensas caes en la cuenta que eran muy responsables en su trabajo y no se les escapaba una. Eso sí, en sus ratos libres hacían tonterías porque se llevaban bien y eso conectaba con el público que siempre agradece una tontería en el trabajo.

Starky vestía una de esas chaquetas blancas abiertas de lana gorda que estaban de moda, y Hutch iba más elegante con una chaqueta estrecha de cuero granate si no me equivoco. Pues eso, triunfaron. Pasaron a ser una pareja famosa. El moreno y el rubio. Con su contacto, el negro. Después que la serie desapareciera se mantuvieron a flote con débiles bocanadas de aire en la televisión, protagonizando algún que otro telefilm o miniserie.

Ahora bien, para añadir cuál es el momento más tierno y al mismo tiempo más amargo que puedes vivir acerca de esta serie sobre el paso del tiempo, es cuando años después ves a uno de ellos, David Soul, de taxista, haciendo un cameo en la película Filth, el sucio (2013), mientras sonaba Silver Lady, el éxito que interpretó al dedicarse a la canción. Finalmente, te enteras que después del éxito y la fama tuvo su época de bajón y alcohol, y te da pena. Todo llega a su término. Qué puta es la vida. Eso es lo que pasa cuando echas la vista atrás.