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Voto de Antonio Morales:
9
Drama España franquista. Durante la década de los sesenta, una familia de campesinos vive miserablemente en un cortijo extremeño bajo la férula del terrateniente. Su vida es renuncia, sacrificio y y obediencia. Su destino está marcado, a no ser que algún acontecimiento imprevisto les permita romper sus cadenas. Adaptación de la novela homónima de Miguel Delibes. (FILMAFFINITY)
3 de septiembre de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mario Camus es un cineasta competente que narra historias concretas, sin golpes de efecto ni pretensiones innovadoras. Siempre cercano al mundo literario, cuenta en su haber grandes adaptaciones de Galdós, Cela y Lorca. En esta película se describe con extraordinaria precisión y una sabia mezcla de realidad y lirismo, el quehacer cotidiano de un cortijo extremeño, allá por los años sesenta: un pequeño mundo anquilosado en el pasado y caracterizado por una férrea división entre amos y sirvientes. El film muestra claramente las peculiares relaciones de tres clases sociales bien delimitadas: 1) La aristocracia propietaria (la señora marquesa y su hijo, el señorito Iván); 2) La burguesía administrativa (don Pedro y su esposa Purita); y 3) Los campesinos y criados (la familia de Paco, el Bajo).

Tres estamentos que funcionan bajo una estructura casi feudal, según un orden social basado en el poder que otorga la propiedad de la tierra y que legitima la Iglesia. Lo más sorprendente de dichas relaciones es que los servidores, aceptan su mísera condición como algo “natural”, inconscientes, quizás debido a su ignorancia, de la degradación en que viven, que ratifican con expresiones de sometimiento: “¡A mandar que para eso estamos!”. Para poner en imágenes la novela de Miguel Delibes, publicada en 1981, Mario Camus empleó un montaje eminentemente analítico y algunos incisos temporales, que dan enorme precisión a este relato dramático y cruel. Camus logra emocionar al espectador y provocar la reflexión crítica a través de la trama argumental, reconociendo la idiosincrasia hispana.

Aunque los “inocentes” a que se refiere el título sean esencialmente Azarías y la “niña chica”, ambos deficientes mentales, igualmente inocentes son los restantes miembros de la familia, pues la falsa camaradería con que el señorito trata a Paco no consigue ocultar la humillación permanente a que le somete. Camus aporta al texto de Delibes una visión estilizada, una cuidada utilización de la luz gracias al operador Hans Burmann. Las límpidas imágenes del film poseen una gran fuerza, sin concesiones fáciles, que imprimen al relato una sobriedad inaudita, de gran belleza plástica apoyada en escenarios naturales.

Pero por encima de todo está la acertada dirección de actores, una de las principales bazas del film, premiados en Cannes, Alfredo Landa y Paco Rabal. “Los santos inocentes” es, como se desprende de lo expuesto, una película que despierta indignación pero que no la manipula el director, simplemente se limita a exponer unos hechos sin cargar las tintas ni maniqueísmos trasnochados. Palpita en la historia un hondo sentido dramático, pero vestida con ropajes poéticos. Un relato lleno de lirismo, espléndido visualmente, medido y preciso como un auténtico poema.
Antonio Morales
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