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Voto de Antonio Morales:
9
Drama Manu, Roland, Jo y Vosselin comparten celda en la prisión francesa de La Santé. Los cuatro han pensado un elaborado método para escapar de la prisión, pero cuando están a punto de ejecutarlo, les asignan un nuevo compañero de celda, al que no saben si comunicarle o no sus planes. (FILMAFFINITY)
3 de junio de 2013
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta obra maestra de Becker sigue siendo hoy en día sorprendentemente moderna. Aunque resultaba inaudito en su época, el cineasta quiso prescindir de los títulos de crédito iniciales y meter de lleno al espectador en la prisión, justo después de una breve presentación a través de Jean Keraudy, quien corrabora que su amigo, Jacques Becker, ha narrado con fidelidad todos los pormenores de la fuga en la que él mismo participó. Como es relativamente común en el cine actual, el director reserva los títulos de crédito para el final.

La película es en cierto modo un compendio de todo su cine, sobrio, conciso y directo. El esquema argumental es mínimo: los cinco reclusos de una celda de la Santé de Paris planean una fuga. Su minuciosidad en la puesta en escena alcanza límites antológicos: se muestra en tiempo real cómo los presos hacen el primer agujero con el que comienzan sus penosos trabajos; asistimos a la elaboración paso a paso, de las distintas herramientas que utilizarán para la fuga; las conversaciones entre los protagonistas se extienden al ritmo de la vida cotidiana en la prisión; la cámara solo escapa esporádicamente de la celda y las galerías subterráneas por las que pretenden huir… Todo ello no impide que la tensión y la intriga se mantengan con un ritmo insuperable.

A veces hablar de cine de gestos resulta un tanto tópico, pero en este film el cine gestual alcanza toda su razón de ser capturado en planos y tiempos largos. El cineasta se toma su tiempo necesario para mostrarnos como los guardias revisan cuidadosamente el interior de las celdas y cada uno de los alimentos que reciben del exterior los reclusos. Cómo los reclusos de forma solidaria pasan paquetes de una celda a otra, haciendo bascular cuerdas por el exterior de las ventanas; los movimientos debajo de las mantas con los cartones articulados que simulan formas humanas cuando pasan los vigilantes de noche; el reloj de arena que fabrican para controlar el tiempo de excavación en las cloacas, es portentoso.

De bajo presupuesto, Becker consigue antológicas interpretaciones de unos actores desconocidos, cuando no directamente aficionados. Y es, en el fondo, una historia de amistad y solidaridad, es inevitable recordar “Un condenado a muerte se ha escapado” 1956, de Robert Bresson. Pero mientras el film de Bresson es un relato interior, la fisicidad se adueña de “la evasión”, Becker filmó su testamento cinematográfico, murió sin terminar de montar la película que finalizó su hijo y ayudante Jean. No pudo realizar las mezclas de sonido, ni llegó a ver cómo su película era mutilada por los productores para intentar sortear su mala acogida por parte del público.
Antonio Morales
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