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Voto de Antonio Morales:
9
Animación. Aventuras. Comedia. Infantil El pececillo Nemo, que es hijo único, es muy querido y protegido por su padre. Después de ser capturado en un arrecife australiano va a parar a la pecera de la oficina de un dentista de Sidney. Su tímido padre emprenderá una peligrosa aventura para rescatarlo. Pero Nemo y sus nuevos amigos tienen también un astuto plan para escapar de la pecera y volver al mar. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de los Estudios Pixar utiliza la animación como un medio de subversión, busca en los miedos y ansiedades de todos nosotros a través de mundos cuya vida secreta nos es escatimada. Los juguetes (los tres Toy Story), los insectos (Bichos, una aventura en miniatura), los monstruos que se esconden en los armarios de los dormitorios infantiles (Monstruos, S.A.), el entrañable anciano aventurero (Up) y, en esta ocasión, los peces en la extraordinaria “Buscando a Nemo”: universos en miniatura que forman parte de ese otro lado del espejo que la Alicia de Carroll o el Chihiro de Hayao Miyazaki cruzaron para volver más adultas y más sabias. John Lasseter y su equipo de niños que no quieren crecer, buscan la luz en la oscuridad de nuestro universo sombrío, profundizando en nuestras almas, apoyados por la omnipotente Disney han logrado hacer algunas de las películas más taquilleras de los últimos años, sin renunciar a un independiente discurso autoral.

Es difícil imaginar un comienzo más siniestro que el de “Buscando a Nemo” para una película presuntamente infantil. En ese mundo subacuático en el que los colores coralinos brillan como luciérnagas en la noche cerrada, también existe la pérdida: a los dos minutos de película Nemo pierde a su madre prácticamente antes de nacer. La historia se centra entonces en la relación entre un padre viudo y un hijo de despierta a la vida del océano. Lo interesante del guión está en apelar tanto a las ansias de libertad del niño como a los deseos de protección del adulto responsable. Sin embargo a pesar de su aspecto familiar, el filme es, como “Toy Story”, una oda a la libertad y a la anarquía: del mismo modo que el viaje de Nemo será, sobre todo, un viaje de descubrimiento, los peces de la pecera del dentista querrán escapar de su cárcel de cristal desde la que ven una limitada porción del mundo que se les ha negado.

Sin embargo, luminosa y feliz, la inmensa belleza de “Buscando a Nemo” – y, por extensión, de toda la filmografía de la Pixar – sigue siendo un secreto, tal vez porque lo más inconmensurable de una buena película de animación se encuentra, como decía el canadiense Norman McLaren, en lo que ocurre entre cada fotograma: “la animación”, afirmaba, “no es el arte de los dibujos que se mueven sino el arte de los movimientos que se dibujan”. Los peces no tienen ni brazos ni piernas que les permitan “gestualizar”. No están sujetos a las leyes de la gravedad sino a las de la levitación acuática. Carecen de rasgos expresivos. Con la ayuda de ictiólogos, visitando acuarios y buceando, los animadores de la Pixar intentaron acostumbrarse a la dinámica de un universo flotante y suspendido. Grabando en video los movimientos de los peces, los dibujantes captaron la riqueza de su gramática corporal, pues la clave estaba en conseguir verosimilitud.

La construcción de unos personajes que saben trascender su carácter inorgánico o irracional para convertirse en símbolos de libertad. Desde Dory, el pez con memoria a corto plazo, hasta las gaviotas que repiten una graciosa letanía (“mío, mío, mío”), pasando por el rio de tortugas o los tiburones que quieren apuntarse a un programa de desintoxicación anti violencia, todos los personajes que pueblan la película son irresistibles. Ni una sola de las burbujas de agua que respiran, ni una sola alga ni un solo átomo de plancton de los que se alimentan, parecen gratuitos. En definitiva un carnaval de creatividad inolvidable.
Antonio Morales
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