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Voto de Antonio Morales:
9
Drama Thomas, un pastor protestante que celebra los oficios religiosos con la iglesia casi vacía, es un hombre solitario que sufre una profunda crisis espiritual y cuya vida carece de sentido. Incluso el amor que le profesa la maestra Marta se ha vuelto para él una carga insoportable. Su situación se agrava al verse incapaz de ofrecer ayuda alguna a una pareja de campesinos que acuden a él para pedirle consejo. (FILMAFFINITY)
28 de diciembre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película de Bergman constituye un modelo de lo que sería en los primeros años sesenta las constantes del cineasta sueco, caracterizadas por su desnudez formal y su trascendencia temática. El tema del silencio de Dios, recurrente en la obra de Bergman, pesa más en esta película que en ninguna otra del director sueco. En la iglesia de Mitsunda, Thomas Eriksson, el pastor, conduce una comunidad cada vez más reticente y minoritaria a lo sagrado sin ningún atisbo de entusiasmo, pues incluso él mismo está perdiendo la fe. El reverendo ha dejado de creer en la idea de Dios y, por lo tanto, en los ritos que debe celebrar en su nombre, Eriksson precisa de los fieles que ya no acuden a su iglesia para acallar, aunque sólo sea por unos minutos, la voz del agnóstico que se agita dentro de él.

El director consigue con “Los comulgantes” una de sus obras más acabadas, una de las que mejor ha resistido el paso del tiempo y el tránsito desde una época de cierta inquietud existencial a otra, la actual, donde las preocupaciones espirituales han sido desplazadas en beneficio de cuestiones más pragmáticas, también conocida como crisis de valores.

Decía Luigi Pirandello: “El ser actúa necesariamente por formas, que son las apariencias que él se crea y a las que nosotros damos valor de realidad”. Este es un film sobre la identidad y – retomando las citadas palabras de Pirandello – sobre las apariencias creadas por el ser humano al adoptar, por tendencia natural, por atavismo, una forma de actuar ante los otros y de crear unas apariencias de realidad, lo que denominamos la sociedad de las apariencias; en este caso, mediante la duda sobre la fe y el vacío de los ritos religiosos.

“Los comulgantes” es un buen ejemplo de cuánto se puede conseguir con la elección del entorno adecuado y la distribución de los silencios. La película se desarrolla mayoritariamente en interiores, en especial en la iglesia y la sacristía, y cuando la acción se desplaza al exterior, al otoño sueco, los cielos están encapotados o hay niebla y nieve, nunca luce el sol. La vida de los personajes es gris y pausada, sus inquietudes religiosas y emocionales los atormentan, y no encuentran quien les alivie de sus cargas. El film bordea la perfección, por intensidad dramática, por ritmo, por el empleo del blanco y negro, por las paredes desnudas y por su austeridad expresiva que sólo está al alcance de unos pocos.

El film está estructurado en torno a cuatro personajes: El pastor Thomas Eriksson (Gunnar Björnstrand), su amante, Märta Lundberg (Ingrid Thulin) y el matrimonio formado por Jonas (Max von Sydow) y Karin Persson (Gunnel Lindblom ). Actores que encarnan a personajes creíbles bajo la dirección modélica de Bergman. Quizá no se haya otorgado a esta película la importancia que tiene, pero con su concisión a la hora de plantear el vacío dentro de los corazones, la sencillez que rodea a cada gesto, los sutiles desplazamientos de la cámara y la tibia luz del Noviembre escandinavo son el envoltorio perfecto para ese inmenso silencio de Dios que antes o después alcanza a todas las conciencias.
Antonio Morales
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