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Voto de Antonio Morales:
2
Drama. Intriga Un empleado de banco, tímido y asustadizo, va cayendo en las redes del miedo ante los acontecimientos que ve a su alrededor y la ola de delincuencia que parece invadir la ciudad en los primeros años de la transición democrática española.
17 de marzo de 2017
15 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Películas como ésta, son las que desprestigian al buen cine español por su estilo tosco y grotesco, a la hora de tratar los temas que preocupaban aquella sociedad, donde una amnistía había puesto en la calle no sólo a presos políticos, también a delincuentes comunes, de ahí la inseguridad que vivía el ciudadano de la calle, además del golpeo constante del terrorismo. Habiéndose aprobado la Constitución de 1978 por mayoría abrumadora, se había creado un nuevo marco para la libertad de expresión que había propiciado un cine sino más político, sí más explícito. El ínclito Eloy de la Iglesia, antes de abordar el cine quinqui que tantos adeptos creó, realizó esta lamentable comedia falaz, tendenciosa y oportunista, como siempre, pero incoherente y absurda por la forma de comportarse sus personajes. El problema que sufre esta tipo de cine, es que no resiste un análisis mínimo ante lo delirante de sus planteamientos. El cine del director vasco siempre fue popular y sin miedo al ridículo, pese a lo chabacano en que llega a caer.

Este aberrante engendro, que comienza con una canción irónica, “Que viene el lobo”, donde ya podemos imaginar su discurso, amenizada luego con unas canciones de Los Chichos, o sea cultura del pueblo, esta tragicomedia casposa de tonos paranoicos narra el miedo de un empleado de banca pequeño burgués y su familia ante la ola de atentados terroristas y delitos callejeros que asolaban la capital. Encarnado por un histriónico y mal dirigido José Sacristán por parte del cineasta, Eloy fue un contumaz erotómano más interesado en cómo le sobaba las tetas Sacristán a su esposa y a su secretaria que en crear el retrato de un padre de familia agobiado por las circunstancias. De la Iglesia lanzando dardos contra la corrupción de la clase dominante, porque al cineasta le interesaban esencialmente dos temas: el poder y el sexo. Pues en realidad, su vocación era la de pintor de brocha gorda, repartiendo brochazos contra la clase dirigente de entonces (la UCD de Adolfo Suárez), resuelta con unos chistes sin gracia y algún mantra panfletario que descalifica a todos los políticos… Me refiero, lógicamente a los de la derecha, por supuesto.

En general las películas radicales de este director venido a menos, sus planteamientos personales y “provocadores”son de una tesis tan simple que más que escandalizarme, me causan vergüenza ajena, más aún viniendo de un tipo que estudió filosofía. Aquí pretende parodiar el miedo de algunos nostálgicos del antiguo régimen a vivir en libertad. Y lo hace desde unos personajes que son puro estereotipos, la madre franquista y reaccionaria, el marido hipócrita y cagón que vive prisionero de su propia neurosis, la esposa reprimida y sumisa, el vecino díscolo (Antonio Ferrandis), construyen un paisaje, un espectro social superficial y burdo, una película pretendidamente atrevida para la época, coyuntural, efectista, calculadamente comercial y populachera que banaliza con trazo grueso temas tan lacerantes y dolorosos como el terrorismo y la delincuencia urbana. Verdaderamente infumable e indigna de figurar en ese excelente programa de la 2 sobre el cine español.
Antonio Morales
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