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Voto de Antonio Morales:
6
Drama Biografía de la filósofa judío-alemana Hannah Arendt, discípula de Heidegger, que trabajó como periodista en el juicio a Adolf Eichmann, el nazi que organizó el genocidio del pueblo judío durante la II Guerra Mundial, conocida por "la solución final". (FILMAFFINITY)
8 de mayo de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de los méritos artísticos de la cinta, que los tiene, aunque no tanto como la fama que la precede por su premio en Valladolid, y que los usuarios de esta web se han apresurado a glorificar, la película de Von Trotta acaba beneficiándose de la mediocridad general en el cine actual, y es por eso, que me parece excesivamente valorada, seguramente por el tema tan humano que aborda. La película respira ese selecto pedigrí del que suele apropiarse la izquierda intelectual basado en una cierta superioridad moral, intentando justificar lo injustificable, en este caso, por conceptos filosóficos teóricos y subjetivos difícilmente admisibles, especialmente por las víctimas del Holocausto.

Según la filósofa alemana de origen judío Hannah Arendt, en su trabajo sobre teórica política (de su libro “La condición humana) trataba sobre: el hombre como colectividad que vive en la tierra y habita el mundo; es decir, la política, la democracia directa, la autoridad y el totalitarismo (en su libro “Los orígenes del totalitarismo”). Sin duda en su formación intelectual y personal, tuvieron un gran impacto las enseñanzas del filósofo alemán Martin Heidegger, quien pese a su filiación nazi, mantuvo un turbulento romance con su joven y brillante alumna Hannah. Más tarde huyendo desde Francia a Estados Unidos como apátrida junto a su marido, gracias a un falso visado diplomático, tras la invasión alemana.

Su estudio sobre “La banalidad del mal” a la hora de escribir “Eichman en Jerusalem”, una serie de artículos para la revista “The New Yorker”, que recogían su testimonio en torno al juicio del coronel de la SS Adolf Eichmann, uno de los arquitectos del genocidio del pueblo judío durante la II Guerra Mundial, conocido por "la solución final", encargado de la logística de las deportaciones. Hanna ponía de manifiesto que el nazi no era un monstruo sino un hombre incapaz de pensar, un necio que obedecía ordenes sin cuestionarse la moralidad de las mismas, espoleado por un retorcido sentido del deber. Arendt mantenía que el hombre a veces renuncia a su voluntad crítica, a no pensar por sí mismo, por el miedo a las represalias sino formabas parte del grupo. Aspecto en el que discrepo totalmente, es muy fácil acogerse a la obediencia debida, para inhibirse de una responsabilidad moral. Naturalmente Arendt se granjeó la incomprensión y a veces odio de la opinión pública norteamericana y judía.

Desde el aspecto cinematográfico está filmada con una excesiva frialdad, sin profundidad emocional, lo mejor son los actores, la ambientación, la fotografía y los “flash-back” añaden algún interés. La directora Von Trotta ilustra sin aristas ni zonas oscuras, el episodio de la vida de Arendt (una excelente Barbara Sukowa) fumadora compulsiva llena de inquietudes complejas y difíciles, que tuvo el valor de mantener sus opiniones independientes frente al acoso y marginación de la sociedad donde vivía. Pero también terca, arrogante, incluyendo una falta de empatía emocional con el sufrimiento ajeno. No se puede disculpar a un cargo de responsabilidad de su ética moral como ser humano. Porque como sentenciaba el venerable juez Haywood (Spencer Tracy) en el film“Judgment at Nuremberg” de Stanley Kramer: “Todo hombre es responsable de sus actos”.
Antonio Morales
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