De la trilogía del Samurái de Yamada me faltaba por ver “El Ocaso del Samurái” del año 2002. Ya había visto: “La Espada Oculta”, 2004 y “Love y Honor” del 2006, siendo ésta última mi preferida. No obstante todas están conectadas y muestran la parte humana de los samuráis padeciendo el fin de su vigencia en un Japón bajo el impacto de la Reforma Meiji (1868). Yamada a diferencia de Kurosawa nos ofrece al samurái no marcial, el que vive en la cotidianidad sin heroísmos, el que padece el silencio y la paciencia, el que ama sin estridencia pero con convicción, el que asume los compromisos vitales de la existencia de una forma estoica, el que vive el ocaso aunque con orgullo y dignidad. Para el samurái el código de honor lo es todo junto a unos rituales de respeto por las jerarquías. Todo debe forma parte de un plan, cada gesto está programado y forma parte de unos códigos milenarios basados en la reverencia y lo sagrado. El protagonista “El Ocaso del Samurái” es un hombre sencillo y sin las habituales ambiciones que la mayoría de las personas buscan alrededor de la riqueza y el reconocimiento social. Su pequeña felicidad, en realidad, su plenitud como ser humano se fundamenta en la vida familiar y hogareña, sin estridencias de ningún tipo. Tantos hombres en apariencia oscuros valen mil veces más que los llamados heroicos y visibles. A esos héroes anónimos y silenciosos es que rinde homenaje Yamada resaltando su honor cívico por encima del marcial, y sobre todo, destacando las bondades del amor. Yamada es igual o superior a Kurosawa.