¿Hay justicia en la tierra? No la humana, siempre imperfecta, y en realidades sociales anarquizadas, ni siquiera existe, es sólo un simulacro como en la actual Venezuela. De hecho, la venganza personal o familiar, o la defensa de una causa nacional, partidista o religiosa fueron y son motivo de horror y muerte. ¿Es la vida injusta? Depende de las circunstancias de cada uno. Luego está el silencio de Dios, o mejor dicho su indiferencia ante el dolor y sufrimientos humanos. Dios mira nuestros pecados y pareciera que no se perturbara ante los mismos; por lo menos Yahvé, el del Antiguo Testamento, no se quedó impasible y envió el Diluvio. La maldad contraviene al bien y ésta paradoja vive enquistada en la mayoría de nuestras vidas. “Profesor Lazhar” nos emocionó porque las reminiscencias al Libro de Job son inevitables. La historia trágica de un maestro de escuela argelino “refugiado” en Canadá no sólo impacta sino que también emociona; y no se trata de la sensiblería a la que estamos acostumbrados, aquí el tratamiento es sobrio y hasta poético. Un hombre destruido en toda su intimidad y espiritualidad procura hacerse de una nueva vida en un ambiente que no le es propio: la gran tragedia de todos los inmigrantes de antes y de ahora. Su dolor nos lo transmite sin aspavientos, y su Director, Philippe Falardeau, no se detiene en buscar la lastima del espectador. Al contrario, encontramos a un héroe trágico que intenta reinventarse desde la adversidad más absoluta y que perdona a Dios sin nombrarle, y además, se rinde a lo positivo que hay en la vida: la belleza, la literatura, la solidaridad, el amor, la educación, la alegría, y sobre todo, la cortesía. Sus mensajes llegan y calan en sus estudiantes adolescentes porque reboza autenticidad: el verdadero secreto de una vida humana orientada hacia el bien.