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Estados Unidos Estados Unidos · Nueva York
Voto de Salvapantallas:
7
Drama Esta crónica sobre la lucha del político y activista Dr. Martin Luther King Jr. (David Oyelowo) en defensa de los derechos civiles se centra en la marcha desde Selma a Montgomery, Alabama, en 1965, que llevó al presidente Lyndon B. Johnson (Tom Wilkinson) a aprobar la ley sobre el derecho al voto de los ciudadanos negros. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cualquier ciudad del mundo libre, los civiles pueden marchar en las calles cuando las autoridades han declarado un reglamento que los desfavorece. Se instalan en las afueras de un edificio gubernamental con arengas, vítores, ruido. Esperan que un representante acceda a dialogar. Si esto no se cumple, obstaculizan las calles y desordenan la rutina normal de la ciudad. Hasta conseguir al menos ser escuchados.

Pero la ciudad de Selma en el estado de Alabama no pertenecía al mundo libre. Hacia 1964, la mitad de la población en la zona era negra, pero solo el 2% de ellos estaba registrado para votar. Esto debido a las trabas burocráticas, económicas y raciales que imponían los pobladores blancos sobre este derecho, a pesar de que ya era legal la participación de afroamericanos en la vida democrática del país. Mientras tanto, el presidente Lyndon B. Johnson postergaba la firma de leyes más claras que erradicaran la intimidación sobre los pobladores.

Sobre este escenario, la directora Ava Du Vernay recoge en Selma el valor de las protestas sociales frente a la clase política. Lo hace de la mano de Martin Luther King Jr., que planeó una marcha de 84 kilómetros desde Selma hasta la sede del congreso en Alabama como respuesta a la demora presidencial. Para interpretarlo, al actor David Oyelowo le llevó toda una vida ensayar las cuerdas vocales del líder y aquí ha demostrado la grandeza de dicha práctica. La película y el actor cultivan al personaje a través de tres ejes: el líder de la revolución pacífica a través de sus discursos (una colección sumamente estudiada de cuidadosa imitación), el lobista que negociaba con las altas esferas del gobierno (un juego de poder con alto carácter interpretativo) y el esposo ausente (un retrato sutilmente controversial de su vida privada).

Sin embargo, al no ser una biografía, Du Vernay impide que King sea el sujeto central del film. Lo posiciona como una figura guía cuyas decisiones afectan profundo en la historia. Así, la necesidad de su mensaje se convierte en el sujeto. Pero, al influenciar su discurso en un solo lugar durante toda la historia, establece a Selma como el sujeto central.

Y Selma se abstiene de mostrar a los blancos como figuras dignas de puro odio y a los negros como los héroes de la historia. En un tema donde es muy fácil establecer rígidos juicios de valor y abusar de estereotipos, hay un esfuerzo valioso por establecer una escala de matices. Incluso Luther King es un personaje que cuestiona en todo momento sus decisiones.

El punto negativo de la película es que carece de recursos narrativos que generen suspenso o sorpresa. Du Vernay se prohíbe ocultar información para propiciar la imaginación del espectador y, en consecuencia, se hace más notoria la sensación de ya saber el desenlace de la historia y la caída del ritmo. El resultado genera una sensación de simpleza en el guion y la emoción se pierde por momentos.

A falta de ello, Selma mantiene una idea fuerte: que lo ocurrido aquí responde solo a una solución transitoria. Por ejemplo, cuando va a dar inicio a la marcha, se genera un ataque de la policía sobre los huelguistas pacíficos. En ese momento, es fulgurante la emotividad por la violencia sobre el más vulnerable. Y las imágenes, además de identificar al público, logran demostrar que dichos problemas quizás nunca serán solucionados, sino solo parcialmente disminuidos.

Han pasado cincuenta años de Selma, pero el guión le da vigencia a la historia al explorar problemas universales como el rol de la prensa para la manifestación política, las protestas populares, la forma en que los mítines y discursos públicos se transforman en reacciones ciudadanas, la corrupción en las fuerzas del orden y la cruda realidad de que los grandes cambios siempre llegan acompañados de baños de sangre.
Salvapantallas
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