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Voto de sin_tiempo:
8
Drama Una noche en Paris Jacques, un joven pintor, se cruza con una joven que está a punto de suicidarse saltando desde el puente de Pont-Neuf. El motivo: su antiguo amante, que la abandondó un año atrás, le ha fallado en su promesa de encontrarse en el puente.
30 de noviembre de 2012
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante traslado de la literatura al mundo del cine, entendido éste bajo el prisma único de Robert Bresson. Jacques es un joven pintor cuya personalidad se plasma ante nosotros a través de sus paseos dentro y fuera de París, al igual que con su afición por grabar sonidos atmosféricos y citadinos, y llamativamente, con su constante búsqueda de la mirada femenina, huidiza, efímera y anónima. Cuando conoce a Marthe en el Pont-neuf, comienza nuestra aproximación más profunda hacia su ser y sus circunstancias.

El sonido y la música ambiental en especial adquieren una relevancia tal en esta película, que de verdad dejan de lado palabras, diálogos y descripciones redundantes. Por ejemplo, en la historia de Marthe, la escena en que ella se desnuda frente al espejo de su habitación y pone la radio, escuchandose una canción de corte romántico. Los planos de Bresson reflejan intimidad, deseo erótico, una expresión de sí misma que es (cor)respondida por el huésped enamorado con unos golpecitos tímidos en la pared que sus habitaciones comparten. Él no la ve, pero parece sentir el cuerpo desnudo al otro lado del muro. Aquí recuerdo la comunicación del joven teniente Fontaine con otros presos en celdas separadas en 'Un condenado a muerte se escapa'. Los ruidos y los espacios compartidos se convierten en una expansión de la erótica humana, y lo que es mejor: cinematográficamente, nos queda bien clara la tensión sexual que se gesta entre ambos. De un modo parecido, Bresson hace explícito que el enamoramiento de Jacques surge y lo absorbe, y son numerosas intervenciones musicales que se topan con Marthe y Jacques las que nos narran ese tránsito tan fino y difícil de evitar. Y no olvidemos las grabaciones del soñador: Marthe, Marthe, Marthe. Son los ecos de un cuerpo enamorado, la aparición de lo intangible, el sueño de retener la voz en un momento único de la vida, de completo alborozo, frente a los años de inanidad y sueño.

Aunque no busco una fidelidad absoluta del texto literario al cine, aquí los noto tan cercanos uno del otro, que tampoco me extrañan las acciones de Marthe, mujer en espera de que su amado cumpla su palabra de regresar al Pont-neuf hasta el último instante. Toda su desolación y el ánimo de amar de Jacques fluyen a lo largo de la película, pero los instantes en que salpican nuestros ojos no pueden atenerse a las palabras. Ahí están la música y los sonidos del corazón supliéndolos con eficacia proverbial. Aunque claro, decir 'te amo' es irremplazable...

Se me viene a la mente que el amor es nuestro eterno verdugo, y al mismo tiempo nuestro más anhelado amante, ese al que extrañamos cuando brilla por su ausencia. Jacques, el enamorado del amor, se entrega, y al último, se entera de la fragilidad de unas promesas y la imprevisibilidad con que otras se cumplen.

"¡Dios mío! ¡sólo un momento de bienaventuranza! Pero, ¿acaso eso es poco para toda una vida humana?"
sin_tiempo
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