La más reciente película del admirado director Hayao Miyazaki se centra en la historia de Mahito, un adolescente que debe rehacer su vida tras un suceso traumático. Este suceso ocurre tras los hechos de la Segunda Guerra Mundial.
Como nos tiene acostumbrados el estudio Ghibli, la animación es el elemento más destacado, visualmente impresionante. Lamentablemente, el guión no está a la altura de otras obras del director, lo que genera una sensación de vacío en la película.

Los incondicionales amarán esta película, que promete ser la última del director y que se convierte en su obra más personal hasta la fecha. Se supone que es un homenaje al propio Miyazaki. Sin embargo, la cinta se siente como un refrito de sus películas anteriores, sobre todo de El viaje de Chihiro, aunque con menos alma y con una historia enrevesada. Esta historia está llena de elementos y personajes que se olvidan durante su visionado y no aportan a la trama principal.

Echamos en falta los personajes encantadores y la magia propia de Ghibli. Tal vez en esta cinta se quiso abarcar demasiado. Lo que en principio era una metáfora sobre cómo seguir adelante a pesar del dolor se complica innecesariamente con tramas secundarias y una multitud de personajes. El guión se siente como si se le hubiera pedido a una IA que hiciera una historia estilo Ghibli, con algunas remembranzas a otras películas del estudio. No llega a ser aburrida, aunque sí es muy difícil tratar de estar al tanto de cada una de sus subramas.

En todo caso, ver una película de este estudio nunca será tiempo perdido, pero se recomienda bajar las expectativas.

Nota: 8.2