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Voto de Vivoleyendo:
7
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Fantástico. Aventuras. Drama
Adaptación de un cuento para niños de Maurice Sendak. Cuando Max, un niño desobediente, es enviado a la cama sin cenar, se zambulle en un mundo imaginario creado por él y que está poblado por feroces criaturas que le obedecen ciegamente. (FILMAFFINITY)
4 de septiembre de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La realidad a menudo es triste, frustrante, incomprensible, traicionera. Crecer es más difícil de lo que parece. Max es un niño en busca de su camino, y no lo tiene fácil, aunque a primera vista se pueda creer que es un quejica. Sus padres están divorciados y él y su hermana mayor Claire están en ese régimen de los niños que van a visitar a su padre ausente fin de semana sí, fin de semana no. La madre rehace su vida sentimental, y le ha salido un novio al que Max no traga por el simple hecho de que ella le dedique atenciones. Y, por supuesto, porque algo le dice que es antinatural que otro que no sea su padre la bese y le diga cosas cariñosas al oído. Los cimientos del chico sufren una fuerte convulsión en la que están involucrados sus miedos infantiles y su temor a ser desplazado, a no ser querido, a dejar de ocupar el puesto de honor en el corazón de su madre. Porque él la quiere más que a nadie. Porque ella es la reina y él el rey de esa pequeña cámara secreta que Max atesora, donde ellos gobiernan sin trabas, contando con la ayuda de los príncipes, que son el padre ausente y Claire.
Pero ahora la reina ha introducido a un intruso, que quiere destronar a Max (o eso es lo que se le ha metido en la cabeza al chico), y él se rebela. Viendo que su trono peligra, huye de ella, huye de su reino para buscar otro en el que ser libre, en el que ser todo lo salvaje que se le antoje, en el que pueda reinar sin sujeciones y volcar toda su imaginación.
Y llega al interior de sí mismo, un bosque poblado de criaturas que son como él, que son como nosotros. Llenas de inseguridades, deseos, temores, paranoias, rasgos de buen y mal carácter, de ganas de divertirse, de anhelo de cariño y amistad, constructivas y destructivas. Algo perdidas la mayor parte del tiempo, necesitando una brújula que les indique el norte de vez en cuando. Cíclicas, ahora haciendo el burro, después clamando por un poco de orden y propósito. Y todas son como Max; piden a gritos que haya un rey o una reina en sus vidas, alguien que los cuide, que los ayude a encontrar el sendero cada vez que se extravíen, que los aconseje, que esté esperándolos al final de cada buena o mala aventura. Max probará a ser su rey; la perspectiva de recuperar su inestable corona es demasiado seductora. Pero, al fin y al cabo, los soberanos son criaturas como las demás. No son infalibles. No tienen poderes especiales. Y tampoco pueden hacer todo lo que se les antoje sin que alguien salga herido o esté en desacuerdo. Es muy complicado. Incluso en los dominios de su imaginación, Max sabe que las cosas tienen un precio del que no es posible huir.
Pero ahora la reina ha introducido a un intruso, que quiere destronar a Max (o eso es lo que se le ha metido en la cabeza al chico), y él se rebela. Viendo que su trono peligra, huye de ella, huye de su reino para buscar otro en el que ser libre, en el que ser todo lo salvaje que se le antoje, en el que pueda reinar sin sujeciones y volcar toda su imaginación.
Y llega al interior de sí mismo, un bosque poblado de criaturas que son como él, que son como nosotros. Llenas de inseguridades, deseos, temores, paranoias, rasgos de buen y mal carácter, de ganas de divertirse, de anhelo de cariño y amistad, constructivas y destructivas. Algo perdidas la mayor parte del tiempo, necesitando una brújula que les indique el norte de vez en cuando. Cíclicas, ahora haciendo el burro, después clamando por un poco de orden y propósito. Y todas son como Max; piden a gritos que haya un rey o una reina en sus vidas, alguien que los cuide, que los ayude a encontrar el sendero cada vez que se extravíen, que los aconseje, que esté esperándolos al final de cada buena o mala aventura. Max probará a ser su rey; la perspectiva de recuperar su inestable corona es demasiado seductora. Pero, al fin y al cabo, los soberanos son criaturas como las demás. No son infalibles. No tienen poderes especiales. Y tampoco pueden hacer todo lo que se les antoje sin que alguien salga herido o esté en desacuerdo. Es muy complicado. Incluso en los dominios de su imaginación, Max sabe que las cosas tienen un precio del que no es posible huir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Ser rey no es fácil. Quizás porque somos niños jugando a ser reyes, y ni siquiera los reyes tienen poder suficiente para eso tan misterioso que llamamos hacernos mayores y encontrar un sitio en el que vivir felices para siempre.
No es un cuento de hadas donde se comen perdices. La vida no suele ser así. Este curioso cuento de Maurice Sendak, materializado en la pantalla por Spike Jonze, no nos muestra la solución definitiva al problema, porque no la hay. No nos conduce por una vía juiciosa, sino por la vía de los niños que luchan por hallar un sentido en medio del caos. Pero sí muestra el proceso de aceptar las fronteras y las limitaciones de nuestro reino.
Puede que no seamos buenos reyes, pero si alguien nos aferra la mano y nos ayuda… Quizás lo hagamos un poquito mejor.
No es un cuento de hadas donde se comen perdices. La vida no suele ser así. Este curioso cuento de Maurice Sendak, materializado en la pantalla por Spike Jonze, no nos muestra la solución definitiva al problema, porque no la hay. No nos conduce por una vía juiciosa, sino por la vía de los niños que luchan por hallar un sentido en medio del caos. Pero sí muestra el proceso de aceptar las fronteras y las limitaciones de nuestro reino.
Puede que no seamos buenos reyes, pero si alguien nos aferra la mano y nos ayuda… Quizás lo hagamos un poquito mejor.