Mientras una ve este thriller, se vienen a la cabeza todas las advertencias que las madres nos hicieron en nuestra niñez, y las que nos siguen haciendo a lo largo de la vida, como "no hables con desconocidos, no aceptes regalos de ellos, no te subas en sus coches, no te vayas con ellos a sitios donde no haya nadie", "no vayas nunca sola por sitios desiertos y oscuros", "no aceptes bebidas a las que te inviten, si no has visto cómo las han preparado", etc. La voz de la madre resuena como una letanía ahí, en el fondo de la conciencia, y con frecuencia, con demasiada frecuencia, les prestamos escasa atención.
A veces, nos confiamos y hacemos oídos sordos a la insistente voz de la madre.
A veces, sólo cuando es demasiado tarde, nos damos cuenta de la razón que tiene. Cuando ya nos hemos perdido sin remisión, por desoír esa advertencia que antes nos parecía una pesadez de madre obsesiva.
Al ver este thriller, un temblor repentino recorre el espinazo al contemplar cómo esas chicas desoyeron las advertencias, o simplemente se confiaron. Tal vez pensaron: "¿Qué me va a pasar a mí?" Un error que solemos cometer. Creemos que la lotería macabra nunca nos va a tocar.
Lo que más retuerce el alma es ponerse en el lugar de las víctimas.
Un asesino en serie tuvo en jaque a una región coreana en la década de los ochenta. Unas pobres chicas cuyos consejos maternos no bastaron para protegerlas del peligro, cayeron en las letales manos de un psicópata.
La policía se volvía loca y daba palos de ciego, recurriendo a los métodos más deshonestos y brutales en ocasiones, mientras a los medios de comunicación se filtraban las técnicas de tortura que empleaban las autoridades para sacar confesiones a desgraciados que generalmente eran inocentes. En mitad de la dictadura militar y de la incierta situación nacional, Corea del Sur coloca delante de la cámara algunas de sus lacras y carencias en los ochenta y, por medio de una dificultosa, chapucera e infructuosa investigación policial, los peores errores y defectos humanos.
Un drama policíaco y criminal de suspense que no se reduce a desarrollar una trama en torno a un asesino desquiciante, sino que también nos hace testigos de muchas miserias en torno a un sistema corrupto, en el que el caos, el salvajismo y la evidente desprotección e indefensión de los ciudadanos son los puntos candentes.