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Voto de Vivoleyendo:
6
7,4
28.355
Drama
Filme surrealista, todo un clásico del cine de arte y ensayo, una obra única y de culto, fruto de la poderosa imaginación de dos jóvenes mentes -Buñuel tenía 29 años y Dalí 25- poseedoras de un talento tan singular como genial. Según declaraciones del propio Luis Buñuel, "Un perro andaluz fue un film antivanguardista, nada tenía que ver con la vanguardia cinematográfica de entonces. Ni en el fondo ni en la forma (...) también se iba a ... [+]
26 de septiembre de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando me acuesto, cierro los ojos y mi mente se sumerge en ese caos aleatorio de los sueños, puede pasar de todo.
A veces camino por una calle invadida de negrura. Una calle que no he visto jamás antes, pero tan nítida que distingo incluso las grietas en el asfalto, los soportales de las casas anegados de sombras, edificios cuyas siluetas se alzan amenazadoras en la noche. Una luna enemiga, cómplice de las tinieblas, relumbra en lo alto, acuchillada de nubes que se parecen a una navaja de afeitar. Parece una luna de grabado, como dibujada al carboncillo.
Y entonces presiento unos pasos. Pero son pasos silenciosos, tan silenciosos que no puedo oírlos. Sé que ellos están detrás. Son figuras sin detalles ni rostros, de absoluta oscuridad, que van ganando terreno a mis espaldas. El corazón me late a mil. Quiero correr, pero las piernas me pesan tanto que apenas puedo moverlas. Pesan cada vez más. Y las figuras se acercan... Saltan sobre mí... Y un grito desgarrador surge de mi garganta.
Justo en ese momento, el escenario cambia. La calle tenebrosa se ha transformado en otra que conozco. Es de día. Veo con prístina claridad todo lo que está a mi alrededor. Tanto, que podría describir hasta el dibujo de las losas del suelo. Alguien camina a mi lado. No sé quién es, pero su rostro es real. Canta una canción que no he escuchado en mi vida, pero curiosamente me la sé de cabo a rabo. Cantamos juntos, cogidos de la mano. Me abraza en mitad de la luminosa calle, me besa y cuando nos separamos ya todo ha cambiado de nuevo.
Ahora estoy en mi casa. Es una mezcla de mi nueva casa y de la anterior. O, más bien, en un momento dado estoy en mi antigua habitación, y en otro estoy en la actual. Mi familia está también ahí. Yo voy con prisas, porque tengo un examen en la Universidad. Ya casi llego tarde. Salgo de casa, corro y corro y las calles se convierten en un laberinto. Y, lo que es peor, no llevo ropa. Me tapo como puedo, mientras sigo corriendo. Me he perdido. No llegaré, no llegaré... Y, si no hago ese maldito examen, nunca terminaré la carrera. Cuando por fin llego, resulta que es en mi antiguo colegio, y me encuentro con que nada de lo que he estudiado me sirve.
Y todo vuelve a cambiar...
Hasta que me despierto.
Esta película es como un trozo de sueño captado por una cámara omnipresente.
Paralelismo entre una luna acuchillada por nubes y una navaja barbera que corta un ojo.
Obsesiones. ¿Lujuria, superstición, morbo, transgresión? ¿Las pulsiones y temores del cuerpo y de la mente? ¿Ansias por liberar el yo de los lastres de la educación impuesta? ¿Instinto asesino? ¿Eros y Tánatos?
A veces camino por una calle invadida de negrura. Una calle que no he visto jamás antes, pero tan nítida que distingo incluso las grietas en el asfalto, los soportales de las casas anegados de sombras, edificios cuyas siluetas se alzan amenazadoras en la noche. Una luna enemiga, cómplice de las tinieblas, relumbra en lo alto, acuchillada de nubes que se parecen a una navaja de afeitar. Parece una luna de grabado, como dibujada al carboncillo.
Y entonces presiento unos pasos. Pero son pasos silenciosos, tan silenciosos que no puedo oírlos. Sé que ellos están detrás. Son figuras sin detalles ni rostros, de absoluta oscuridad, que van ganando terreno a mis espaldas. El corazón me late a mil. Quiero correr, pero las piernas me pesan tanto que apenas puedo moverlas. Pesan cada vez más. Y las figuras se acercan... Saltan sobre mí... Y un grito desgarrador surge de mi garganta.
Justo en ese momento, el escenario cambia. La calle tenebrosa se ha transformado en otra que conozco. Es de día. Veo con prístina claridad todo lo que está a mi alrededor. Tanto, que podría describir hasta el dibujo de las losas del suelo. Alguien camina a mi lado. No sé quién es, pero su rostro es real. Canta una canción que no he escuchado en mi vida, pero curiosamente me la sé de cabo a rabo. Cantamos juntos, cogidos de la mano. Me abraza en mitad de la luminosa calle, me besa y cuando nos separamos ya todo ha cambiado de nuevo.
Ahora estoy en mi casa. Es una mezcla de mi nueva casa y de la anterior. O, más bien, en un momento dado estoy en mi antigua habitación, y en otro estoy en la actual. Mi familia está también ahí. Yo voy con prisas, porque tengo un examen en la Universidad. Ya casi llego tarde. Salgo de casa, corro y corro y las calles se convierten en un laberinto. Y, lo que es peor, no llevo ropa. Me tapo como puedo, mientras sigo corriendo. Me he perdido. No llegaré, no llegaré... Y, si no hago ese maldito examen, nunca terminaré la carrera. Cuando por fin llego, resulta que es en mi antiguo colegio, y me encuentro con que nada de lo que he estudiado me sirve.
Y todo vuelve a cambiar...
Hasta que me despierto.
Esta película es como un trozo de sueño captado por una cámara omnipresente.
Paralelismo entre una luna acuchillada por nubes y una navaja barbera que corta un ojo.
Obsesiones. ¿Lujuria, superstición, morbo, transgresión? ¿Las pulsiones y temores del cuerpo y de la mente? ¿Ansias por liberar el yo de los lastres de la educación impuesta? ¿Instinto asesino? ¿Eros y Tánatos?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Como en los sueños, siempre hay algo en el fondo. Puede ser miedo. Puede ser deseo sexual. Puede ser el morbo por lo prohibido y lo truculento. Puede ser la fascinación por la violencia y la muerte. Sentimos. Vemos. Oímos. Olemos. Tocamos. Hablamos. Nos hablan. Y en los sueños no nos preguntamos por qué suceden las cosas. Las aceptamos. Es de lo más natural ver a un hombre en bicicleta vestido con prendas de mujer. No nos sorprendemos si vemos hormigas saliendo de una mano. Sí, seguramente sentiremos repulsión, pero no nos cuestionamos por qué están ahí las hormigas. También damos rienda suelta a los instintos. Si queremos tocar el pecho de una mujer, lo haremos. Si queremos insinuarnos y besar a un hombre que acaba de aparecer en escena, lo haremos. Pero, tal vez, si queremos librarnos de algún peso que llevamos en el alma... Lo más probable es que no lo consigamos. Seremos como ese joven tirando de unas cuerdas atadas a pesados fardos.
Cerremos los ojos... Y soñemos.
A lo mejor esta noche viajo a un sitio desconocido, mientras Dalí pinta a mi lado un paisaje imposible y Buñuel rueda "Un perro andaluz", sin terminar jamás el viaje, ni el cuadro, ni la película.
Porque los sueños no entienden de espacio, ni de tiempo.
Cerremos los ojos... Y soñemos.
A lo mejor esta noche viajo a un sitio desconocido, mientras Dalí pinta a mi lado un paisaje imposible y Buñuel rueda "Un perro andaluz", sin terminar jamás el viaje, ni el cuadro, ni la película.
Porque los sueños no entienden de espacio, ni de tiempo.