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Voto de Vivoleyendo:
10
Ciencia ficción. Aventuras. Bélico. Acción. Fantástico. Romance Año 2154. Jake Sully (Sam Worthington), un ex-marine condenado a vivir en una silla de ruedas, sigue siendo, a pesar de ello, un auténtico guerrero. Precisamente por ello ha sido designado para ir a Pandora, donde algunas empresas están extrayendo un mineral extraño que podría resolver la crisis energética de la Tierra. Para contrarrestar la toxicidad de la atmósfera de Pandora, se ha creado el programa Avatar, gracias al cual los seres ... [+]
25 de diciembre de 2009
133 de 184 usuarios han encontrado esta crítica útil
Odio el momento en que las luces de la sala de cine se encienden obscenamente, descubriendo los rostros arrasados de lágrimas y atravesados por unas emociones que nos da vergüenza exhibir en público.
La oscuridad es cómplice de la expresión absoluta. Puedo poner la cara que quiera, llorar o quedarme sin respirar, que nadie lo va a ver ni se va a fijar. Y no sólo por la penumbra, sino porque los demás espectadores están pasando por emociones parecidas a las mías. Están tan enfrascados en sus percepciones íntimas, tan absorbidos por esa pantalla sin límites que deja de ser pantalla y se convierte en una puerta inadvertida, que se puede decir que la cara, durante el lapso en el que viajamos al epicentro del universo humano, es más que nunca el espejo del alma.
Por ello siempre detesto esa luz que profana el final, dejando expuesto todo un mapa de los sentimientos en esos rostros que se rehúyen. Cuando acaba la película, bajo la mirada y eludo mirar a los demás. Por respeto a sus vivencias. Y por algo de vergüenza a que reconozcan las mías.
Es un momento violento.
Manías que una tiene.
Cameron ha logrado que, de nuevo, vuelva a amar el cine como lo amé la primera vez. O casi.
Ha logrado que adore el paseo previo por los corredores del centro comercial, dirigiéndome a las carteleras que se divisan en el fondo. Y el momento de comprar la entrada. Y la espera. Y atravesar las pesadas puertas hacia esa dimensión oscura, que huele a tapizados y a promesas. Y el resplandor azulado de las luces de los pasillos entre las butacas.
No me esperaba, ni por asomo, que Cameron me hiciera regresar a la inocencia de ver una película y disfrutarla al máximo. Como cuando era una niña de cinco años y me estrené en una sala de cine con "E.T. el extraterrestre".
Es inigualable esa sensación. Y sentirla otra vez, un fenómeno raro.
Una parte de mí se ha quedado allí. La que quería quedarse con esos seres que se ganaron mi pleno respeto. Con esa crítica, no por muchas veces vista menos cierta, hacia nuestra condición destructiva.
Es mucho más que espectáculo lo que Cameron me ha enseñado.
Me ha enseñado que seguimos teniendo suerte, a nuestro pesar. Por aprender quizás una vez tras tropezar cincuenta veces. Por tener la oportunidad de la redención, porque quien la pifia puede redimirse.
Y por desear que la primera vez pudiera repetirse.
Vivoleyendo
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