A mí que O' Selznick estaba más preocupado en la saga épica y cómo contarla (King Vidor lo bordó) en mitad del escenario grandioso que había diseñado que de los propios convencionalismos del género. Empujado por el éxito de la magna "Lo que el viento se llevó" y movido por la pasión hacia la actriz Phyllis a la que cambió el nombre por Jennifer Jones y con la que vivió una torrida relación marital y profesional conforma con un gran guión, una fotografía coloreada y unos actores en estado de gracia uno de los westerns más grandes de la historia del cine. Dios mío qué color.
Aquí no importan los indios, quien se quede con el agua, las vacas, el oro, las tierras o una banda de forajidos, aquí lo que importa es el amor.
Un monumento a la pasión desgarrada que toma elementos prestados habituales del género ( el rancho, el saloon y el duelo,la tragedia afectiva familiar, el sabotaje al tren). Véase el caso de la gran hacienda Nueva España de ganado, que domina todo el lugar y que vuelve a ser gestionada por un viejo cascarrabias con un pasado que le tortura ( el senador McCandles ( Lionel Barrymore) a su vez casado con la dulce Anabell (Lilian Gish). El viejo tiene todo con sus iniciales marcadas , es propietario de todo, hasta de sus hijos. Surgen de nuevo la figuras de los dos hermanos distintos en carácter, comportamiento y actitud que compiten por el amor del padre. El buen caballero Jesse (Josep Cotten) y el díscolo, egoísta, vividor, el joven Lewton (Gregory Peck). Un verdadero canalla que en su época hizo temblar a las damas.
El punto de fricción lo representa la llegada a Nueva España de la joven mestiza Perla (Jennifer Jones). Su fuerza sexual y belleza exótica atrae a los hombres, a Jesse, le provoca causas nobles y a Lew, solo deseo y diversión.
El viejo senador maleducará a Lew que termina siendo un fuera de la ley al asesinar al gran Charles Pickford que hace de noble capataz con la intención de hacer honrada a Perla y casarse.
La película goza de una estética inmejorable que no hace mas que destacar el fatum adversum de los protagonistas. Nadie puede escapar de su condición. La pasión se ha vuelto nociva y criminal. Destructora y ha arrasado la propia estirpe.
El final, uno de los más hermosos que haya dado el cine no merece ser destripado hay que descubrirlo, sudarlo y llorarlo entre un pedregal ensangrentado donde arrastar la piel bajo esa cabeza de india y ese cielo rojo al que temer.