Segunda película tras la cámara de George Clooney, que sale más que airoso del trance. Basada en hechos reales, la historia se centra únicamente en la confrontación que mantuvieron durante años el periodista de la CBS Edward Murrow y el senador McCarthy respecto de la famosa "caza de brujas" protagonizada por este último. Eminentemente política, la película no esconde sus simpatías y se posiciona, pero como lo hacen en Estados Unidos, guardando el equilibrio y la moderación, cosa muy de agradecer.

El blanco y negro resulta una opción casi obligada y Clooney consigue transmitir a su cinta un indudable aroma a cine clásico que la hacen merecedora de consideración. Es ésta una película a la que se le intuye una enorme planificación. Cada plano está estudiado al milímetro, cada atmósfera cargada de humo de tabaco, cada travelling o cada primer plano parecen haber sido planificados hasta la extenuación. No hay lugar a la improvisación, los gestos de su protagonista -con un rictus entre estúpido y ridículo durante toda la cinta- nos alejan de lo verosímil y nos aproximan a lo pretendido, suponiendo este aspecto un evidente lastre y menoscabo de una obra técnicamente perfecta.

El guión -escrito en colaboración por el propio Clooney- está muy condensado, no existen añadidos, ni anecdotario. El director tiene poco tiempo para contar lo que quiere y prescinde de retórica. La película dura lo que tiene que durar. La parte documental del film está perfectamente ensamblada con el resto de la historia y es un punto a su favor.

En definitiva, la película destaca en el apartado técnico, pero no tanto en el narrativo.