Si una característica tiene el cine de Iñárritu, es la capacidad de poner al límite al espectador, ya que nos describe como nadie esa realidad incómoda, pero real, y que siempre aparece en sus películas. La desesperación, el dolor, la enfermedad, ... todo ello es descrito como nadie por un autor al que podemos considerar imprescindible en el cine de este siglo.

La incomodidad y el desasosiego de la historia están presentes en todo momento, llegando a culminar en escenas, tan reales, que te sientes identificado, y consiguiendo en algunos momentos, olvidar que lo que ves es una película y sí el discurrir de una realidad de la que uno es testigo.

Hay momentos en la película de una belleza y sensibilidad que estremecen, como la relación de Bardem con sus hijos, los encuentros con su padre, sus pasos por el hospital o el desarrollo de su enfermedad, todo ello narrado con un verismo, una belleza y sensibilidad de gran artista, y lamentablemente hay otros que no logran esa altura, como la relación de los jefes chinos, o el muy valorable, pero creo que no del todo bien resuelto, realismo mágico del film y las capacidades extrasensoriales de Bardem.

No obstante, a pesar de la sordidez y crudeza del film, su ritmo es estupendo, y en algunos momentos llega a emocionar de tal manera, que casi hace daño.

Abro un capítulo especial para Bardem, empieza a ser reiterativo, pero creo que a nivel interpretativo, solo le mantiene el ritmo Sean Penn. Este film es Bardem, que desarrolla un grado de intensidad, ternura y veracidad, que solo por ello merece el pago de la entrada, su interpretación no se puede comparar a nada y su estilo es único.

Id a verla, no es una película cómoda, ni fácil, y llegas a incomodarte contigo mismo y por las reacciones que te produce, pero creo que como joya que es, cualquier persona minimamente amante del cine, no debe dejarla pasar.