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España España · teruel
Voto de simón:
8
Drama Fito está casado con Juana y tiene un niño llamado Jon; y un camión; y una deuda con el banco; y un vicio, el juego, que le impide disfrutar de lo que tiene, porque Fito se lo juega todo. Un día, su hermano Pedro, al que no ve desde hace muchos años, vuelve para pasar unos días con él. Y esa visita, aparentemente banal, perturbará la vida de todos y les dejará una mancha indeleble en el corazón. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2009
50 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Idóneo título para una película que refleja a la perfección el devenir de estos tres personajes, protagonistas de un triángulo de sentimientos ajados, de ilusiones dejadas, de esperanzas ya perdidas y olvidadas en el transcurrir de una vida que no había sido todo aquello que anhelaran, todo aquello que un día desearon y creyeron podrían encontrar.
El personaje de Coronado es un tipo enigmático, del que desconocemos en un inicio prácticamente todo y que más tarde intuimos gracias a una sucesión de maravillosas escenas, solitario, que ha vivido, que ha sentido, pero que advierte del desencanto de una vida intensa pero profundamente insatisfactoria.
Como en un típico Western, un día irrumpe como un torbellino en la vidas de su hermano y cuñada. Éstos son una pareja, en principio como tantas otras: vencidas por la insulsa cotidianidad, por la rutina de la vida, por la ruindad del día a día; derrotadas por la erosión a la que indefectiblemente se ven abocadas la relaciones antes vividas con pasión e ilusión, por una serie de problemas tangenciales, que no son más que el reflejo de todos esos momentos que deshacen el inicial chispazo de ilusión que nace con cada nueva relación. Soportan su desánimo, asumen su pesar, se apropian de su congoja como tantas otras personas: por la imposibilidad de encontrar las fuerzas necesarias para que todo cambie.
Los tres reprimen su angustia, sus numerosos males, sus dolores vitales, sus derrotas, sus incontables capitulaciones personales, en la ilusoria espera, en la falsa esperanza, de que todo sea diferente; siendo plenamente conscientes de que probablemente ese momento quizá nunca se produzca.
Pese a todo en un momento se cruza en su destinos la posibilidad de que todo cambie, y la duda surge: arriesgarse y vivir, o conformarse con la placidez de lo conocido; porque aunque la herida duela, y mucho, ésta ya ha hecho callo; y la vacuna contra el sufrimiento, inoculada, en obligada resignación, pero ya asumida.
No esperen ver una película de grandes diálogos, de incontables y yermas conversaciones y de inútiles disertaciones, ya que los personajes sienten pero no departen, padecen pero no se quejan, sufren pero no hablan, expresan con gestos y miradas pero no con grandes palabras; para qué conversar cuando todo está claro.
Genial el juego del director con la ropa de Coronado, variando el color de ellas en función de su estado de ánimo: “Camisa blanca, corazón oscuro”, dice en un momento clave del film.
simón
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