Cinta que narra los sucesos que tuvieron lugar el 10 de mayo de 1996 en el pico más elevado del Himalaya y en el que murieron 15 personas convirtiéndola en la temporada más trágica de la historia del Everest. Además, entre los ocho que fallecieron durante el descenso, se encontraban los directores y guías de montaña de las entonces más importantes compañías de guías de altitud del mundo: Rob Hall, director de Adventure Consultants y Scott Fisher, de Mountain Madness. Las temperaturas bajo cero, la falta de oxígeno y las extremas condiciones atmosféricas que se desataron a 8.000 metros de altura son las circunstancias que tuvieron que soportar aquel grupo de alpinistas, además de una serie de imprevistos y contratiempos que fueron los principales causantes del retraso de las expediciones.

Uno de los principales problemas de este tipo de películas es que ya desde el primer minuto se masca la tragedia y Baltasar Kormákur tampoco hace nada al respecto, no evita que el espectador haga apuestas de por quiénes mueren o sobreviven al final. Un director que no es nuevo en trasladar hechos reales a la gran pantalla «como demostró en Djúpið (The Deep, 2012)» y con Everest «la que es posiblemente su incursión más importante en el cine americano» se embarca en una peligrosa aventura catastrofista y con la que también pretende hacernos partícipes de ella. Un film que pretende huir del dramatismo maniqueísta y la lágrima fácil «aunque inevitablemente caiga en el desenlace», pero que logra despertar en el público una alarmante indiferencia cuando termina la película. A parte de que el espectador le es indiferente lo que está ocurriendo ante sus ojos, también hay momentos en los que siente un desinterés considerable por esta historia basada en hechos reales que pretende «ya si lo consigue o no queda fuera de mi alcance» ser una reconstrucción de los acontecimientos bastante fidedigna.

Everest, con espectaculares y bellísimas imágenes de la montaña, una escenas de acción bien rodadas y montadas, una narración casi documentalista, una pésima presentación de los personajes «dibujados con trazo grueso» y un suspense prefabricado, funciona perfectamente como película de aventuras, que logra entretener pero no logra ni emocionar ni que el público sienta el más mínimo síntoma de empatía hacia los protagonistas, cosa que hace que las ganas de que sobrevivan algunos de los personajes principales sean casi nulas.