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Nueva Zelanda Nueva Zelanda · Jaen
Voto de capacitivo:
9
Romance. Drama. Aventuras Jack (DiCaprio), un joven artista, gana en una partida de cartas un pasaje para viajar a América en el Titanic, el transatlántico más grande y seguro jamás construido. A bordo conoce a Rose (Kate Winslet), una joven de una buena familia venida a menos que va a contraer un matrimonio de conveniencia con Cal (Billy Zane), un millonario engreído a quien sólo interesa el prestigioso apellido de su prometida. Jack y Rose se enamoran, pero el ... [+]
26 de septiembre de 2009
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy capaz de recordar todas las veces que habré visto “Titanic”. Mi amor por este filme no fue cosa fácil, ni mucho menos. Corría 1997, tenía 15 años y esta película estaba en boca de todos, que harto estaba de ella. Llegó el estreno, todos los cines de España se llenaron, por supuesto mi familia no fue la excepción. No sé cómo sería en otras familias, pero ir juntos al cine era toda una hazaña, previamente sólo había ocurrido con “Parque Jurásico”. Yo rehusé, ante el estupor de mis hermanos y la incredulidad de mis padres. Era adolescente, y mi rebeldía me impedía seguir el paso de todos los borregos de España y el mundo. Mi familia llegó entusiasmada, habían llorado como perros, no me creí nada.

Pasaron las semanas, todo el mundo hablaba de ella. Pasaron meses, le cayeron un montón de Oscars. Y yo erre que erre, que pasaba de mierdas comerciales. Salió a la venta en VHS, mis hermanos y mi madre la querían volver a ver y la compraron. Con esa cinta y “Esencia de Mujer” se completaba nuestra filmoteca familiar, preferíamos el videoclub. Evidentemente, también pasé de verla.

Mucho tiempo después, una tarde de verano aburrido, no sabía qué hacer. Y ahí estaba, con una ligera capa de polvo, esperando otro visionado de mi hermano. Me la puse con escepticismo. Me esperaba una historia de amor rancio con un final ya sabido, pero la metí en el vídeo y me tumbé en el sofá. No sé que hacía solo, ni porque esa tarde no había bajado a jugar la pachanga habitual.

Pasaban los minutos y veía una historia típica, el pobre, la rica y un gran barco. Lo que me cautivó fue el suceder de los hechos, lentos pero firmes. Las personalidades de los protagonistas se fueron creando, donde cada hecho no parecía fortuito o forzado. Ni siquiera, la relación entre DiCaprio y Winslet, eje central del filme junto al hundimiento, se veía tramposa o increíble. Se encargaron de mostrar la naturaleza de Rose, rebelde e inquieta, en la que Jack encajaba a la perfección. Se hizo tan real el amor entre ellos que casi lo podía sentir. Además como en toda buena película de aventuras, debía existir el contrapunto maligno a la pareja protagonista, encarnados a la perfección en la madre y el prometido de Rose. Fue un lento camino, para muchos demasiada cuesta arriba, pero a mí me absorbió. Ya era parte de la película.

Siempre que la veo, tengo la misma sensación. Es como una montaña rusa en la que primero se asciende poco a poco, en la que te vas haciendo a la idea de lo que va a ocurrir. Subes y subes, pero ya es inevitable. Pasan los segundos, pero la caída y la velocidad están por llegar. Y exactamente esto ocurre en “Titanic”, desde el momento del choque con el iceberg, el ritmo es trepidante, como una reacción en cadena. Cada minuto se acumulan decenas de personajes, situaciones, los efectos especiales me dejan con la boca abierta, y las muertes me impactan una a una.

Y aunque parezco imbécil, cada vez que la veo deseo que el final cambie, pero nunca ocurre.
capacitivo
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